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Diario para María Azahar /
Canciones para una sorda
Juan Bautista Villaseca
Taller Ditoria,
México, 2013.
 
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No. 110 / Junio-julio 2018
Anotación 4 de octubre

Cuando te cierren una estrella,
te seguirá mi voz
olvidada como una linterna
bajo el silbato herido de los muelles.

Cuando el reloj no tenga horas
para la fecha de tu risa,
cuando los mástiles no me retornen
hacia el hotel de un beso,
cuando ya no me encuentres
en el agua de una cocina hambrienta,
cuando en los cines
sin una silla muera Charles Chaplin,
cuando te digan en los periódicos
que el pan fue fusilado en una escuela,
este poema
estará en los talleres
donde la luz textil
cicatriza la sombra,
este poema
te esperará en el hilo de los parches
que guardaron el trigo,
en la guitarra donde el amor dejó
su desembocadura de calandrias,
en el arroz que se pintó de blanco
por el luto del hombre.

Cuando un día enciendas en la radio
el cadáver del mundo
bajo el átomo,
este poema
estará esperándote como un tractor
para llevarte a la semilla.




Anotación 12 de octubre

En esta noche te has acurrucado
en la pleamar más blanca del regreso,
y te ha llorado en mí lo no llorado,
y te has hecho más pequeña que un beso.

Como una flauta viuda me has callado
junto a tu cuna novia del cerezo,
y eres como un durazno endomingado
y juegas al crepúsculo en mi hueso.

En esta noche un lirio te ha buscado
en el rosal a lápiz de los valles.
Y más dulce que en un huerto te has sembrado.

Yo te miré aromar a los salobres,
te supe azahar… Y se aromó en las calles
el overol difunto de los pobres.




Anotación 24 de octubre (I)

Uno está lejos, como si no importara que se fueran
sin sastrería los huesos a la muerte;
uno se enferma junto a las corbatas,
junto a los pantalones
que nos abotonamos en la arruga
como un motel dormido.

Uno se va sentando
de tanto andar de pie sobre la pena,
y nos lloramos ante el espejo
como si nos hubieran fusilado
de tarde en tarde en el periódico;
uno nace cuando se pierden los juguetes,
cuando queda en la escuela la sonrisa;
uno envejece con la juventud
acuartelada sobre los puños de una carta;
uno se queda con su patio a solas
bailando los recuerdos
en la pista de un piano abandonado,
y nos marchamos en la edad del reloj
hasta que un día la muerte
nos deja como un mesero
entre la huella del mantel y el plato.





Canción del que tocó la puerta

A soledades, soledad callendo,
no le digas a nadie que te escribo
porque te escucharía.
Tú eres la sorda, a veces la que ignora
adentro de mis poemas el ruido de la sombra
de mis zapatos y mi traje.

Caminamos, oh sorda,
pero no quiero que este empedrado de palabras
cuando yo te acaricie
te lastime algún dedo.




Canción a unos frijoles robados

Pobre pequeña mía,
me comí tu comida.
Como recuerdo,
entre tu servilleta sólo dejé mis labios.

Comer
yo me pregunto a veces si he comido,
o si algún día me ofrecí a comer,
ahora me he vestido de delito
como un buzo
me metí entre tu olla de frijoles,
siempre me siento triste
de tener hambre.

Mas la cocina se hizo de marimba,
y la olla estaba hirviendo,
cuando tú hierves junto a mí.