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La sed del polvo
Ricardo Venegas 
Eternos Malabares / Fonca, 
México, 2013.

 Por Evodio Escalante
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No. 102 / Septiembre 2017


Una saga que arde en busca de sublimación, un verso que se adelgaza porque quiere la inmaterialidad. Una risa que podría estallar pero prefiere hacer mutis y pasar silenciosa, porque le interesa documentar de modo minucioso lo que sucede en la realidad. En el itinerario poético de Ricardo Venegas es posible captar un cierto tono terrestre y a la vez desencantado: todo sucede por primera vez para no suceder jamás. Lo que acontece se disuelve en el tiempo y al fin la imagen que queda tiene que ver con la fragilidad de la existencia humana. El poema "Visitas" ilustra muy bien lo que intento decir. La escena podría muy bien ser una escena cotidiana. Llegan visitas a la casa, se conversa, se habla del clima o del pasado compartido. Se recuerdan anécdotas. Luego hay que decirse adiós. Parten las visitas y la habitación queda otra vez a solas. El escritor da por supuesto todo esto que ya sabemos porque quiere hablar de otra cosa. El verdadero personaje es la habitación vacía. Los testigos pasamos, pero el cuarto queda, con sus ventanas, con sus persianas, con el mismo viento que entra y sale para decir que ya no estamos. Los muertos creen que hablamos de ellos, pero se equivocan; ya ni siquiera se les menciona aquí. "Las cortinas danzan en diáspora lunar / desbandadas las nubes se sostienen." Esta es la objetividad que prevalece sobre cualquier existencia, obligada a ser efímera. El final, que sugiere un círculo, adquiere la fuerza de un aforismo, quiero decir, de un saber que necesariamente golpea: "No somos más que viento / vibrando en las persianas."

También el escritor pasa, por supuesto. ¿Para qué dárnosla de originales e intentar patentar cada verso que hacemos? Corremos el peligro de colocar, al lado de nuestro epitafio, como advierte Ricardo Venegas, la absurda palabra copyright.

¿Cómo escribir sin dejar escombros? ¿Cómo ejercer este oficio de manera limpia, sin contaminar el planeta y sin robar a nadie?

Acaso el momento de mayor patetismo de esta selección quede cifrada en esta pregunta que podría parecer súbita e inmotivada, pero que encierra mucha miga: "¿Por qué no baja Dios / y nos abraza?" Toda la soledad del hombre, sin duda una soledad metafísica, y por lo mismo irrenunciable, queda plasmada en esta pregunta sin respuesta. La tarea de la poesía, y esto lo sabe bien Ricardo Venegas, no es aportar respuestas, sino dejar que afloren aquellas preguntas que determinan el sentido de nuestra vida. Esta recopilación de poemas es un ejemplo de ello.