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Casa que respira
Samuel Jaramillo González 
Letra a Letra,
Bogotá, 2016
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Por Juan Felipe Robledo
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No. 98 / Abril 2017





En el panorama de la poesía colombiana no conozco un libro que tenga una manera tan honda, tan lúcida, de reconocernos como parte de la historia que nos define y nos destruye como Casa que respira, publicada por primera vez por Ediciones Estoraques en abril de 2002.

Es éste un poema narrativo encadenado que nos lleva por las vías del asombro y el sentimiento, lúcida mirada sobre el siglo de la violencia y el odio, pero que descubre en los entresijos del afecto familiar (en la abuela Soledad, el abuelo Samuel, la tía Estrella) una respuesta honda y verdadera al dolor del mundo que pasa fuera de esa casa que respira, más allá de los cuartos de arriba, “lo más afuera y lo más adentro de la casa”, tal y como lo dice el mismo poeta al recordar el espacio sagrado que su abuelo comparte con él, lugar donde el niño descubre la existencia del tiempo y la verdad del amor que siente por sus raíces.

La definición de una personalidad está narrada en este poema iniciático, en el cual los orígenes de la consciencia del poeta vuelven a ser contados por primera vez. Pero la voz poética no le da la espalda a la historia, sino que mira fuera de la casa, ve a los pájaros de la violencia persiguiendo a los liberales, a los nadaístas llevando su mensaje de ruptura a los jóvenes de los años sesenta: el espacio de la percepción se amplía para el ojo, que ve el mundo deshacerse frente a él y que se viene abajo junto con la casa verde en la que el poeta crece y respira por sus pulmones. La labor de encantamiento de la memoria poética le permite al adulto traer frente a nuestros ojos la imagen del muchacho de diez y seis años que protagoniza este magnífico poema.

Destaco algunos de los componentes más memorables de este libro:

“Historia de la Atlántida”, un sugestivo episodio en el cual el muchacho y su abuelo leen la historia del continente sumergido como un símbolo de la caída de una manera de vivir, la de los pueblos de la colonización antioqueña y su ideal de honestidad y de esfuerzo laborioso.

“Ladridos a la noche”, la narración poética de la búsqueda de la libertad y de la afirmación individual de un muchacho que quiere descubrir en la noche su verdad.

“Estrella”, “Potro”, “La mejor noche”, “Sin nombre”, los episodios amorosos del poema, en que los mundos del corazón y la sensualidad se abren para el muchacho y que nos muestran el rostro de aquello desconocido, la mujer, que sin embargo es luz e intimidad en el corazón del joven amante.

“Tren y tren”, el viaje del poeta con su abuelo es un prodigio de verdad poética y capacidad de síntesis del paisaje y la historia.

“Ojo de pájaro”, ese retrato prodigioso de Jair, el asesino, arrastrado por su odio, es una de las estampas más plenamente convincentes y al mismo tiempo más duras, que se han escrito de la violencia que ha marcado la historia de Colombia en los últimos cincuenta años.

“Llamado”, la honda evocación de la muerte del padre del poeta en la selva es un misterioso canto ante el absurdo de la muerte y nos sumerge de nuevo en la atmósfera de ese otro hermoso libro de Samuel Jaramillo, Selva que regresa, por el cual recibió el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, en 1988.

“Soledad, la abuela que “pasó directamente del sueño a la eternidad”, es una delicada pieza de intimidad poética en la cual la fuerza del sentimiento y la nostalgia es regida por un delicado sosiego que nos muestra a la matrona de cuerpo entero después de su muerte:

Mi abuela estuvo la mayor parte de su vida
ordenando que se moliera el maíz en la madrugada
para que las arepas amanecieran bien frescas en el desayuno. Y me dicen que en esa otra vida también la va a dedicar a lo mismo.

A cuidar por siempre que nada vaya a faltar en esa casa, que no se retrase ninguna comida,
que no haya una mota de polvo en ningún mueble,
ni una arruga en los tendidos inmaculados de las camas.
Es lo que me dicen.

En “Cierro la puerta”, la despedida del mundo de la infancia, y en “Piedra negra”, en que el joven descubre la existencia del tiempo, es donde encontramos algunos de los más misteriosos y más bellos momentos de Casa que respira, cuya publicación hay que celebrar pues se trata de un libro de poesía memorable. Deleitémonos con algunos versos de este último poema que resume y cierra su reflexión sobre lo que sucede en esta casa que respira: la vida.

Flecha disparada desde un arco despiadado
Mi vida avanza ciega, vertiginosa,
Perdiendo, ganando, perdiendo.
Silba también mientras cruza
Una anchura desconocida.