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Todo en orden, Coral Bracho/ El pino de Stefaan y Solange, Víctor Manuel Cárdenas/ Egisto, mientras tanto, Julio Hubard/ Poderes del cuchillo, Blanca Luz Pulido/ Doble naturaleza, Rodolfo Mata/ Ronda del Mig, Pedro Serrano
Parentalia Ediciones/ Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2015.

Por Alicia García Bergua
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No. 92 / Septiembre 2016



Parentalia, poesía en pequeñas pero buenas dosis


Las plaquettes de esta serie se emparentan en el hecho de ofrecer un conjunto selecto de poemas de cada poeta que en pequeñas dosis nos entregan grandes muestras de su quehacer. En la de Blanca Luz Pulido, titulada Poderes del cuchillo, la poeta recorre el purgatorio de los objetos y de los actos mínimos que se realizan entre el sueño y la vigilia con los que nos aferramos a la vida diaria y de la extrañeza que podrían suscitar en un mundo contiguo, por ejemplo, el de los pájaros. Al leer este poemario uno siente que se asoma a los bordes de la vida diaria en el cuchillo y en el casquillo de bala encontrado por casualidad o en las difusas márgenes del sueño.

Todo en orden de Coral Bracho habla del mundo en guerra en que vivimos: la guerra de Irak transmitida por televisión, los crímenes contra los civiles, la masacre de Ayotzinapa, la casa que se destruye, la guerra contra el narco, la guerra contra los animales, la guerra contra la humanidad que es el capitalismo, los que viajan desde la paz de sus hogares a cometer crímenes atroces en otros hogares, en fin. Pero después de la oscuridad de estas guerras, en esta serie de poemas también está el amor como una señal, como una luz, porque como dice en una línea: “sólo el amor nos da la dimensión de lo real” y lo dice en el sentido de que sólo con el amor podemos ahondar en el mundo complejo e infinito sin destruirlo, sin destruirnos. Sólo el amor nos permite ser respetuosos, sensibles y verdaderamente delicados con la naturaleza y con nuestra naturaleza.

En los poemas de Ronda del Mig de Pedro Serrano, los poemas parecen recorrer lenta e intensamente paisajes, escenas y escenarios humanos y naturales. De cada uno de ellos el poeta logra hacer una estampa singular llena de relieves y descubrimientos sensoriales. Se sume en cada una de las atmósferas hasta que sus palabras son parte de ellas, van junto con pegado, diría yo. Son estampas estos poemas de Pedro en las que como dice en una de las líneas, la vida respira consigo misma y con nosotros y en las que por eso la vida se vuelve un pequeño milagro al que accedemos sin distanciarnos. El poeta se adentra en distintas atmósferas con todos sus sentidos y se queda pasmado.

En  los poemas de Doble naturaleza Rodolfo Mata hace apuntes rápidos y certeros  de un mundo que pasa con velocidad y lo rebasa, como esa lengua sobre la roca de la cascada por la que sube el invertebrado espíritu del ruido. La lengua trata de internarse en lo que ve, siente y piensa en dos idiomas y quizá en medio de un viaje que es a su vez un regreso a la juventud cuando grandes poetas parecían hablarle desde dentro de sí mismo. Pero en el poeta ya hay dos hemisferios, una doble naturaleza, la del amanecer y el ocaso,  donde el lenguaje también se bifurca en dos hemisferios y surge la pregunta de si el dolor es el mismo.

Egisto mientras tanto de Julio Hubard es una tragicomedia protagonizada por este personaje concebido en el incesto de Tiestes con su propia hija, que a su vez  se casa con Clitemnestra y junto con ella mata a Agamenón en la Iliada. Según entendí el poema habla de Egisto, pero también de Tiestes su padre y de su hermano Atreo que tuvieron un tercer hermano que asesinaron. Se alude a eso en el coro que habla de un arrendajo que además nos enteramos vive disecado en un librero. El poema habla también de Agustín en relación al pecado de la carne. Me recordó lo que Reyes hizo con Ifigenia, pero me parece más barroco lo que hace Julio y más graciosamente versificado también.

En El pino de Stefan y Solange de Víctor Manuel Cárdenas se cuenta la historia de un alto pino casi secoya que ha ido creciendo durante siglos en medio de Bruselas en frente de un bosque. Ambas historias, la del pino y la de la ciudad se van entrecruzando en los poemas y se tocan sin tocarse. El pino es un prodigio que se proyecta hacia sí y hacia el cielo, es una especie de vigía que registra los días y las noches e instaura una calma verde. El pino es un triunfo de la naturaleza por el que vale la pena levantarse, pues como dice uno de los poemas que integran este excelente libro: “Con recovecos, con sueños, con grutas / donde estalactitas y estalagmitas profesan/ el acorde de sus silencios, /el pino se eleva,/ se fortalece./Ha crecido más alto/que los altos, altos edificios / y la orfebrería de sus llantos –como lluvia de verano—es amable, tranquila, verde y gris.”




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