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Todo en el ahora
Roberto Tejada
Libros Magenta / Conaculta,
México, 2015.

Por Alfredo Cabildo
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No. 104 / Noviembre 2017





En la obra poética de Roberto Tejada (Los Ángeles, 1964), escrita en inglés y en español, resalta el cruce que establece entre dos lenguajes y dos culturas. A principios de los años noventa Tejada publicó En alguna otra parte, antología de poemas sobre México escritos por poetas en lengua inglesa de distintas épocas, como Hart Crane, Charles Tomlinson y Denise Levertov, en traducciones al español hechas por poetas como Octavio Paz, Gerardo Deniz y Roberto Echavarren, entre otros. El libro marcó un hito en la obra de Tejada y acrecentó su interés por tender puentes poéticos entre los Estados Unidos e Hispanoamérica. Uno de ellos fue la publicación a partir de ese mismo año de Mandorla: Nueva escritura de las Américas, revista en la que Tejada publicó a lo largo de más de veinte años lo más novedoso y propositivo de la poesía en ambas lenguas. Desde un principio Mandorla se convirtió en un punto de intercambio bicultural para una amplia comunidad de escritores y artistas. Siempre en consonancia con la condición bilingüe de Tejada, su revista incluía poemas y ensayos no siempre traducidos como una innovadora manera de presentar en un mismo plano la literatura producida en las Américas.

A pesar de su cercanía con nuestro país, la poesía de Roberto Tejada había permanecido inédita en México hasta ahora, salvo por algunos poemas traducidos en las revistas Vuelta y Letras Libres, y el titulado “Cuerpo accidente”, incluido en el libro homenaje a Octavio Paz Las palabras son puentes (Vuelta, 1994). Tejada publicó sus primeras plaquettes en inglés, Gift and Veredict (1999) y Amulet Anatomy (2001). Su primer libro fue Mirrors for Gold (Krupskaya, 2006), que incluye algunos de sus poemas más antiguos. Después vinieron Exposition Park (Wesleyan University Press, 2010) y Full Foreground (University of Arizona Press, 2012). Este último título, que nos da una idea de una poética que concentra y actualiza los diferentes momentos de su producción en cada nuevo libro, es el que acertadamente Gabriel Bernal Granados traduce como Todo en el ahora para intitular la antología de poemas de Tejada que él ha editado y publicado recientemente bajo el sello de Libros Magenta. Este esfuerzo editorial rescata finalmente una obra que durante más de veinte años había pasado desapercibida, no obstante haber sido parcialmente escrita en México, y dada la importancia de los diversos proyectos poéticos que Roberto Tejada ha desarrollado en nuestro país.

Todo en el ahora reúne, como una especie de retrospectiva, una amplia muestra del trabajo poético de Tejada a lo largo de más de tres décadas. La primera parte incluye algunos de los primeros poemas que Tejada escribiera en México en la década de los noventa y que solo publicó veinte años después, detalle éste significativo porque hace evidente el proceso de maduración que su propuesta conlleva. A lo largo de los dieciséis poemas que conforman esta sección, junto a la capacidad de síntesis mediante el uso de formas demasiado simples realzadas por cortes imprevistos que detonan las imágenes y los sentidos, vemos no solo el inicio de su interés por el tema de la corporalidad, sino el reflejo de una mirada que parte del cuerpo que vive en cada poema y que se manifiesta en un erotismo sin rebuscamientos, en versos que captan “los haces de luz o los cambios del deseo” y que siempre están buscando “un lenguaje / no sólo ilegible como / la vana traducción de un yo ficticio / contradictorio con su constante verbo ser / sino el cristal del cuerpo”. Estos poemas son un claro ejemplo de cómo la escritura de Tejada desde su inicio ha sido guiada por el desciframiento del deseo. Basta citar unos versos de “Vigilia” (poema inédito hasta ahora) en la que se traza con líneas sugerentes toda una poética regida por las potencialidades “del sueño hacia los simples glifos / del deseo”.

“Cuerpo accidente”, que conforma la segunda parte del libro, es central tanto en la obra como en la propuesta multicultural de Tejada. Por una parte, rompe con las convenciones poéticas y marca un cambio significativo en la forma en que Tejada escribe a partir de entonces (principios de los años noventa), pues pasa de una escritura sintética y concentrada a un evidente desbordamiento verbal. Este texto fue escrito originalmente en español y luego traducido al inglés por su autor; esto añade otra dimensión al poema porque implica la posibilidad de una lectura reversible. De una a otra lengua, los ocho fragmentos que lo integran se distinguen por la diversidad de sus recursos y al ser leídos (y pensados), acaban conformando una estructura dinámica, un cuerpo sui generis cuya articulación orgánica es su principal acierto. Diversos registros se conjuntan aquí, un poema plagado de preguntas, una singular fábula del nacimiento del fuego, una cita de Georges Bataille, una receta de cocina, la estampa en prosa tachada de un paisaje interior, la anotación de un diario y un poema de tonos panfletarios; todos ellos se acoplan armónicamente permitiendo al lector atento captar la “transfiguración más alta de una cada vez más fugaz intimidad” que persigue el poeta. Cabe resaltar que la influencia de este poema se ha hecho evidente (aunque no siempre de una manera reconocida o siquiera asimilada) en muchos casos de la poesía mexicana actual. Sin embargo, la simple imitación de las apariencias formales no será nunca suficiente para alcanzar el grado de experimentación logrado por la propuesta de Tejada.  

La tercera parte del libro, “Negatividad esemplástica”, escrita “a partir de Melanie Smith”, artista de origen inglés nacionalizada mexicana con quien Roberto Tejada estableció desde los años noventa una relación creativa a partir de su visión de la realidad de nuestro país. Como afirma Smith en su página web, su trabajo “está vinculado a una visión crítica de las relaciones que existen entre la precariedad, la vida y las formas de la violencia que caracterizan a la sociedad industrial contemporánea”. En la escritura de Tejada, la “negatividad” está vista como desperdicio que se acumula esemplásticamente, es decir, en una unidad que se compacta palabra a palabra en el párrafo que compone el poema. En éste se entreveran los conceptos del trabajo de Smith y del suyo propio y se desarrolla una mirada crítica que manifiesta su postura ante la contradicción de “una pobreza cultural y una riqueza emulsionada”. La habilidad de Tejada consiste en acoplar los niveles de realidad que pone en juego y en elaborar una especie de red de frases insubordinadas que se condensan en la unidad mínima de composición al tiempo que ejercen una crítica que vale tanto por su sutil ironía como por sus crudos argumentos, logrando un flujo poético inquietante:

 
…de modo que todo tiempo y espacio en el mundo que habitas se hace más extraño en la fragua impía de la venta proyectada para el crecimiento corporativo, tu sentido de trascendencia en el presente sirve para colocar un producto por medio de pautas de cobranza sobre la superficie inobjetable de la memoria personal y los hechos amontonándose encima, en medio o de adentro hacia afuera del tiempo, expansión y contracción con la música de su referente dirigiéndose en una conciencia espontánea de la marca registrada por vía de una imagen-atributo y sumisión, especímenes tenidos por paralíticos durante los quince segundos que dura el spot...


A partir de ese poema puede verse, en relación con su trabajo poético, la faceta de Tejada como crítico de arte. Al tratar con la obra de Smith continúa un diálogo interdisciplinario que ha venido desarrollando durante muchos años al estudiar y/o colaborar con una serie de artistas como Manuel Álvarez Bravo, Graciela Iturbide, Walker Evans y Celia Álvarez Muñoz, entre otros. En “Escombros en rosa y negro” retoma esta relación con el universo plástico a partir de la obra de Thomas Glassford. En este caso, Tejada toma de la propuesta plástica el interés por la utilización de materiales provenientes de la vida cotidiana, además de algunos otros destinados a usos industriales, para hacer poesía a partir de ellos. Las ideas y procedimientos del artista texano también residente en México son llevados al campo de la escritura por Roberto Tejada, quien experimenta audazmente con las palabras a partir de los desechos de las cosas, que, por lo demás, como dice el subtítulo de la versión en español, están “vueltos añicos”. Los distintos registros, muchos de ellos ajenos a la poesía, ofrecen múltiples formas de acoplar las palabras en construcciones fragmentarias entre el aforismo y el poema en prosa: “Favor de corroborar lo siguiente: a) color de piel b) uso de suelo c) pasaporte”…“Convicción precaria: hemorragia común: forma suspendida”.

La cuarta sección, titulada “Edad de Oro”, está conformada por tres sonetos de poetas del siglo de oro español: Garcilaso de la Vega, Lope de Vega y Luis de Sandoval Zapata, y sus correspondientes versiones al inglés hechas por Roberto Tejada. No cabe duda que el juego de reflejos que se plantea aquí es de un acentuado barroquismo. Más aún si advertimos que las versiones de Tejada “modifican” el original, insertándose dentro de las tentativas más actuales que ven la traducción como un imán de formas y ritmos en continuo cambio. Entre los versos decantados y sinuosos de los poetas áureos y el trabajo sobre el lenguaje que caracteriza a Tejada y que parece tomar en cuenta la posible lectura comparada de estos poemas, se despliega un enigma que suspende la atención y, por un momento, en el flujo lingüístico que determina la experiencia bilingüe de estas páginas, toma forma una serie de variaciones renovadoras que hacen evidente que la traducción en la obra de Tejada es “consustancial a su escritura”, como dice Bernal Granados en el prólogo. 

Por diversas razones, la traducción es un aspecto esencial en la poesía de Tejada: por las antologías que ha editado, porque él mismo traduce (al inglés) y se traduce (al español), así como por su diálogo con las artes plásticas, que en otros términos es también una traducción al campo de la poesía. En cuanto al trabajo de traducción que hizo posible Todo en el ahora, cabe destacar además de las versiones hechas por el propio autor, las de otros poetas que han seguido de cerca su obra, como Gabriel Bernal Granados, que tradujo la mayoría de los poemas incluidos, Alfonso D´Aquino, quien tradujo algunos de los primeros poemas de Tejada, entre ellos algunos inéditos, y el poeta y músico cubano Omar Pérez, quien tradujo parte del poema “Catedral pirámide”. La selección, organización y edición de las traducciones se corresponden con la calidad y complejidad de la obra de Tejada. Éstas abren un camino al lector para aproximarse a su propuesta y son representativas de sus distintas etapas. Sin embargo, cabe apuntar que en esta edición la disposición de los poemas, al estar separados los originales de las traducciones, hace imposible una lectura fluida y dinámica de esta poesía. Como cuando en una prueba óptica se nos pide que alternadamente nos cubramos un ojo para comprobar la agudeza visual del otro, el editor de este libro parece desdeñar la propuesta bilingüe e incluyente de Tejada (y de todos sus proyectos), alterando de esta forma su esencia y sus posibilidades de interacción con el lector. Independientemente de lo que ha expresado algún crítico acerca de las ventajas de este criterio editorial, creemos que en este caso, diferir la lectura de las versiones de estos poemas desvirtúa el carácter de la propuesta de Tejada y limita la posibilidad de una lectura creativa. Como si esta buscada dislocación de la mirada del lector hiciera eco, irónicamente, de la fragmentación del cuerpo que conforma esta poesía.

La publicación de Todo en el ahora cumple con el objetivo de presentar una muestra importante de la obra de un autor multifacético cuya lectura resulta clave para entender los caminos de la poesía actual. Sin embargo, a más de un año de estar en circulación, la recepción que ha tenido este libro dista mucho de corresponder al propósito de los editores por difundir tan singular propuesta. Entre la indiferencia general hacia la poesía experimental resalta de manera desconcertante la de los poetas que inundan nuestro medio, ya que supuestamente son quienes mejor podrían apreciarla. Por el contrario, no ha faltado algún crítico negligente que, haciendo gala de su nula capacidad, ha caído en el facilismo de descalificarla por su grado de dificultad para no tomarse el trabajo de entenderla y darle el lugar que le corresponde en el panorama de la poesía mexicana. Aunado a esto, la reciente campaña de desprecio por parte de Estados Unidos hacia Latinoamérica, particularmente hacia México, amenaza también con hacer estragos en ámbitos como los del arte y la lengua entre las dos culturas. Ante esta situación adversa, cabe preguntarse de qué forma se podrían reforzar los vínculos creativos existentes. En este sentido, la labor de Roberto Tejada representa un decisivo avance sobre los puentes poéticos previamente tendidos entre México y Norteamérica. A favor de este intercambio, la lectura de un libro como Todo en el ahora no solo contrarresta los absurdos intentos separatistas, sino que además desafía a los lectores a ser más receptivos ante este tipo de propuestas.