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Exilium
María Negroni 
Vaso Roto,
Madrid, 2016.

 
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No. 102 / Septiembre 2017


 

A punto de preguntar qué significan

el exilio y la astucia,
la conciencia

discurre.

Blanca o casi hueca
en su intención letrada,
sin ayuda de gente,
con sus tinieblas diáfanas,
su militancia
a favor
de las cicatrices.

La elocuencia
hace el resto:

cuida del vacío,
lo arranca de cuajo,
lo vuelve a fundar.

Y en esas costras
estilizadas
de fervor y excremento

todavía es posible
amueblar
una infancia,

eso
que el lenguaje entierra y sigue vivo en el escándalo
del mundo.

Así comienza
la biografía de las cosas:
como una histeria luminosa,

un error impecable,
de largo aliento.


Una selva amniótica donde morir
se acuna.

Poco más ocurre
en los días futuros
:
la amada insuficiencia
acopia heridas,
alimenta el juego
de la realidad.

Después amanece
en la isla verbal
:
boda,
ausencia,
mundo y página
sin deletrear.

El dios del parto
en tales modos
del frío.

 

*

A esta escena
sigue una noche de aquéllas, abierta a más noche,
por donde se mire.

La realidad infiltrada
sangra al oído de todos
y la herida supura
sin escarmientos.

No es seguro
que esa riqueza persista,
que nos expulse
de nosotros mismos.

Pasa una sombra escrita,
la ortografía
de una pasión trunca.

El poema enamorado
de lo peor.

 

*

A veces, también,
se instalan violencias
:
gotas de sangre en la nieve,
revoltura de formas
pronominales.

El sí se llena de no, de no había una vez, de nada
no se hace, y después
cae
como animal que cae, muerto, nombrado,
tan delicadamente
en dísticos
prolijos.

Nadie recuerda el presente.

Nadie cuenta
los días
del Sabio.

 

*

Gran parte
de lo que acontece
en el hogar del miedo
puede explicarse así:

hay mundos
que no favorecen
los hechos,

el jardín no es,
ni ligeramente,
el jardín.

Menos mal que,
de pronto,
un autor malherido
vuelve de ningún lugar
:
las palabras baldías
cavan su propia fosa.

Se iluminan de exilium
         los ritmos graves.

 

 

 

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