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Contratiempos
Alberto Blanco
El Errante Editor,
Puebla, 2017.

Por Álvaro Cortés
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No. 105 / Diciembre 2017-Enero 2018



 

En la reseña de una exposición de obras de Vicente Rojo realizada en 1979, la crítica Raquel Tibol describe una galería de dos pisos en la que se distribuyeron 67 pinturas cuyos elementos constructivos daban la impresión de estar ante un conjunto limitado. Todas las obras estaban basadas en barras y puntos. Solo eso. “Las formas y la composición integran un repertorio limitadísimo, como si un matemático se conformara con contar del uno al cuatro y se angustiara ante la posibilidad de avanzar hasta el diez”, refiere la también historiadora. La colección se llamó Recuerdos, mismo nombre del cuadro (del mismo pintor) que puede verse en la portada de Contratiempos de Alberto Blanco.

Lo anterior viene al caso porque, así como la colección de pinturas, Contratiempos está constituido de una manera que también parecería estar bajo la inflexibilidad de los números y, además, la guía lectiva que a veces supone la intertextualidad: cuatro estaciones, cada una con un epígrafe que nos remiten a obras de Sor Juana Inés de la Cruz, José Gorostiza, Octavio Paz y Jaime Sabines. Al mismo tiempo, las cuatro partes del gran poema se subdividen en nueve piezas de tres tercetos endecasílabos. Un total de 36 cuadros contenidos por la métrica pero que, así como las pinturas, encuentran su particularidad en lo que Tibol calificó como “lirismo cargado de resonancias espirituales”.

Los versos de Contratiempos evocan una gran historia cíclica de nacimiento, reconocimiento, evolución y retorno al origen. Un enorme ciclo, con etapas incompletas que, al final, deja una sensación de incerteza ante lo presenciado/conocido, “pues la vida no está donde creías, / y donde no creías, sólo vida (…) sin más linde / que este cuarto vacío de la mente”. La narración ofrece inicialmente pistas para señalar que se trata de la historia de México, sin embargo, ésta se puede convertir en una narrativa individual, colectiva e incluso universal. Depende de la resonancia que produzca el verso en el lector, ya que cada uno de ellos se presenta como un misterio que puede (o no) ser revelado con el proseguir de la lectura. “La ristra de preguntas es más larga / que la lista de ingrávidas estrellas / en una noche espléndida de eclipse”.

En la entrevista ofrecida en junio de 2017, Alberto Blanco comentó que el título de Contratiempos podría leerse de forma maliciosa. Quizás como una alusión al “presente de México”. Y así parece ser, cuando en pasajes el poema luce oscuro, con la construcción de esperanzas que terminan por destruirse, “como si el ángel perpetuo de la muerte / no fuera el astro padre de la obra”. Sin embargo, en su conjunto Contratiempos parece ir más por el lado luminoso, a la expectativa de los nuevos intentos y su éxito, en la “eterna pulsión” que muta para dar nacimiento a criaturas. Después de todo, es poesía y ella “es una apuesta a favor de la belleza y el futuro”.