...................................................................
Desapariciones
Franc Ducros,
Trad. Luis Vicente de Aguinaga,
Bonobos,
Toluca, 2017.

 

Por Diego Ibáñez
.....................................................................

No. 106 / Febrero 2018




Leído desde el contexto mexicano, un título como Desapariciones podría hacernos imaginar la atmósfera cada vez más violenta que impera en el país. Sin embargo, este libro del poeta francés Franc Ducros dista mucho de las imágenes muchas veces sanguinarias a las que, desafortunadamente, nos hemos ido acostumbrando. Como refiere Luis Vicente de Aguinaga (quien traduce el libro) en una nota introductoria, el título viene de una sugerencia del también ensayista y traductor nacido en Moulezan. Aquí, las desapariciones se plasman a partir de una perspectiva quizá menos violenta pero no por ello menos intensa. Estas desapariciones que evoca Ducros y nombran al libro se tratan principalmente de la muerte del poeta André du Bouchet y la del propio lenguaje poético que busca transparentarse hasta llegar a una especie de sublimación (en el sentido de la física, donde la materia pasa directamente de un estado sólido al de vapor).

En el “Aviso del traductor” que redacta Luis Vicente de Aguinaga se invita al lector a emprender un recorrido especular a través de este libro que, en realidad, son dos. Dividido en dos secciones separadas por el umbral de una página negra, la obra de Ducros se compone de: “Desapariciones” y “Notas sobre la experiencia poética”; la praxis y la teoría. “Nieve del 21 de abril” abre el libro con los referentes concretos de un tiempo y un lugar: Truinas, Francia el 21 de abril de 2001. El momento de la creación poética, se inscribe en el sureste francés, en la insólita caída de nieve durante el entierro de André du Bouchet (que también inspiró a Jaccottet a escribir un texto). Los versos, casi siempre cortos y fragmentarios, descienden con delicadeza a lo largo del texto:

en
la tierra
blanda la nieve

como
se cierra un ojo

Como un negativo de la nieve sobre la tierra negra, las palabras caen sobre el blanco de la página. La voz poética de Desapariciones, casi enmudecida por el duelo, transfigura su experiencia en versos que entrecortan la sintaxis o las palabras mismas; así, el lenguaje poético pareciera enfrentarse al duelo de su propia desaparición. La palabra-nieve salpica la página como a la espera de consumirse, derritiéndose para dar paso al silencio.

Este vértigo (terror y fascinación) por el silencio y por el blanco, parece encontrar su origen en la obra mallarmeana, cuyas menciones abundan a lo largo de la segunda parte del libro. Las “Notas sobre la experiencia poética” trazan (y, más que trazar de manera lineal, diría que detonan) un itinerario de la poesía francesa que deja entrever las posiciones de Ducros respecto al lenguaje: “Mallarmé, Rimbaud y Verlaine, y después Reverdy, restituyeron a la lengua francesa las cualidades plásticas que dos siglos de poesía discursiva, a pesar de Malherbe, La Fontaine y Racine, habían ocultado.” Sin lugar a dudas, esta segunda mitad del libro reivindica la lengua como una materia de expresión plástica y no sorprende que Desapariciones nombre a Mallarmé como uno de sus principales antecedentes.

Resulta sencillo identificar esta plasticidad a lo largo del poemario, pues aunque los poemas están conformados por vivencias concretas más o menos personales, éstas se encuentran trazadas de un modo un tanto abstracto que bien se podría catalogar como minimalista, casi como si se tratara de obras de caligrafía china (aquí resuena la noción de ideograma que Ducros describe como el “trazo visible de un ritmo —de un resplandor rítmico, abriéndose idealmente a lo infinito sobre cada una de sus sílabas y a través de las rupturas que practican los versos en sucesión…”). Así, tanto la disposición como el ritmo de los poemas parecen encontrarse en una armonía que apunta constantemente hacia los mismos puntos de fuga: el silencio, el duelo, la caída de la nieve y la desaparición del lenguaje poético.

No obstante, la experiencia poética de Ducros se centra en el fenómeno de la proferación: “Estamos en la lengua como, al respirar, estamos en el aire: aspirándola, restituyéndola.” Esta metáfora, que abre la segunda mitad del libro, parece condensar la propuesta del francés. La obra de Ducros se despliega y abarca tanto el vértigo de la página en blanco como los referentes concretos de una realidad personal. En el ciclo de la proferación poética, el escritor aspira la lengua que proviene de sus lecturas (la atracción mallarmeana por el vacío, la sintaxis escarpada del desaparecido Du Bouchet), para exhalarla impregnada de su propia individualidad. La estructura especular del libro se esclarece solamente en este ir y venir entre ambas partes: las notas teóricas como testimonio de la absorción de la lengua y las desapariciones poéticas como manifestaciones que la externan. La desaparición del lenguaje poético, el inhalar, es solamente transitorio, y la lengua termina por restituirse a partir de la experiencia personal, el exhalar:

tu
palabra
venida del otro lado de la tierra
roja en el oro
de la tarde —

                          cuando
haya desaparecido

el temblor de las hojas
muertas y vivas en
la tierra
que tiembla como



Así, en este libro de Ducros, el lenguaje poético lucha ante su propia desaparición. Los versos entrecortados son el estertor de esta agonía. La lengua se desvanece en el espacio de reflexión que implica la lectura de la tradición, para después reconstituirse como el aliento que, convertido en vapor, se eleva en un día gélido.