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portada-cielodelperezoso.jpg Cielo del perezoso
Daniel Téllez
Bonobos-Setenta/Conaculta-Fonca, México, 2008



Por Jorge Aguilera López

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Daniel Téllez (Ciudad de México, 1972) “Vusca volvvver de golpe el golpe” que dijera Vallejo. Golpe de bat, palo de vuelta entera, hit o elevada al cuadro; el caso es que su más reciente libro Cielo del perezoso es un eco de la tradición más radical de la poesía hispanoamericana, al mismo tiempo que una puesta crítica en cuestión de ella. Sobre el terreno de juego, un diamante de béisbol, el autor lanza tirabuzones y bolas mágicas para sortear las cinco entradas de que se compone el poemario (y como el adagio beisbolero reza: “finalizada la quinta, el juego ya es oficial”).

El proceso de orfebrería lingüística que entraña toda obra poética es, en este libro, la piedra angular (diamante al fin). A medio camino entre la anomalía y el neologismo, las palabras de Téllez surgen morosamente luego de un proceso reconfigurativo que las lleva a descolocarse, primero, de su familiaridad, y segundo, del espacio en blanco de la hoja. De la portada al colofón, el texto exige una lectura atenta, una mirada afectada por la provocación tipográfica. Así, vamos encontrando la numeración anómala de las páginas, un uso casi libre de los signos de puntuación, el juego entre las cursivas y las redondas que sugieren una doble posibilidad de lectura, por ejemplo en la serie titulada Diamante intervenido correspondiente al segundo apartado, Bordón.

Pero la exigencia visual es apenas síntoma de cosas de mayor interés. Las cinco secciones del libro (Acápite, Bordón, Dactilares, Acertijos y Lifesyle) constituyen unidades temáticas si bien apenas es posible vislumbrarlas. De la vida cotidiana, la primera atrae referencias veladas en, por ejemplo, el poema (cacareo) (así, con el paréntesis como parte del título), donde la letra de una canción popular en los años ochenta se inserta para anclar al poema a su referencialidad difuminada en el resto del poema. De la misma primera sección es de particular relevancia el poema (arbitrarios contigo) en que una lectura distraída no permite acceder al sentido de esta “poesía jocoseria”, como la califica José Javier Villarreal en la contraportada del libro. El juego es, en este caso, mediado (que no explicitado) por las notas a pie de página, recurso por otro lado repetido en esta sección.

La segunda parte del libro requiere un cambio de referencia. Así como la lucha libre es el trasfondo de su poemario anterior, Contrallaveo, la clave para esta sección, es la jerga beisbolera. Y esto se entiende desde los versos de entrada: “El poema es asunto de bateo:/ imparable o al cuadro”. Y no sólo la poesía: la vida se puede entender como traslape, del diamante al mundo, de la práctica deportiva como en sobre el librito o en una casa en un parque. Es en esta parte del libro donde se encuentra la mayor apuesta formal de Daniel Téllez, en la serie titulada Diamante intervenido. La intuición poética del autor imprime un ritmo al verso fundado en su acústica más que en su sintaxis; la semántica cae en medio de imágenes vislumbradas, casi pre-sentidas, no racionalizadas del todo. Aquí sólo podemos consignar la extrañeza de las construcciones, la percepción de una voz poética arriesgada pero tan críptica que raya en la incomunicabilidad.

Las tercera y cuarta secciones, Dactilares y Acertijos, constituyen un regreso en doble sentido: al origen de la genealogía, por ejemplo en Yodocono (referente al pueblo de Magdalena Yodocono, en Oaxaca, donde el poeta tiene diversos lazos familiares), o bien, un repaso de las antiguas correrías estudiantiles, como en La cacuma preparatoriana. En ambos casos, la referencialidad concreta, sea geográfica o cultural, se encuentra difuminada en la extrañeza de las construcciones lingüísticas, en el peculiar juego aritmético o en un vocabulario que de coloquial se subvierte, al interior del poema, en densidad, caló de gravedad existencial.

La última sección del libro es un poema largo (al menos de mayor longitud que el resto) titulado Lifestyle. Aquí, el cambio de referencia nos obliga a entrar de lleno en la modernidad tecnológica. Del Futurismo de Marinetti a la más reciente terminología cibernética, pasando por el eco de Huxley y la cultura pop, Daniel Téllez nos entrega un poema de buena manufactura que no por directo deja de ser rigurosamente sometido a la elaboración poética de un mundo crecientemente prosaico.

En suma, Cielo del Perezoso es una llamada de atención frente a la circunstancia del poeta. Sin caer en el prosaísmo directo, pero sin enclavarse en un infecundo galimatías lingüístico, el libro de Daniel Téllez se sostiene “en la línea mortal del equilibrio” vallejiana, para atisbar, hacia atrás y hacia delante, en el continuo de la poesía mexicana donde su obra parece situarse para apostar, con buena fortuna, por la transformación progresiva antes que por la autocomplacencia circundante.




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