No. 109 / Mayo 2018

Entrevista

Entrevista a Argel Corpus


Ricardo Migueles


¿Antes de tus estudios literarios, formales, ya te sabías poeta? Si no, ¿cómo fue esa revelación?

Qué raro se siente ser entrevistado. Es como ser invitado a una casa y convertirse en el anfitrión.
No sé. Es rara la pregunta. No sé si me sabía poeta. A mí no me interesaba leer pero sí me gustaba que me leyeran. Estoy seguro que de todos los poemas que oí, en mi casa o en radio UNAM, no entendí ni uno. En las primarias en las que estuve no recuerdo a un solo profesor que nos leyera algo del libro de lecturas de español. ¿Tú recuerdas esos libros? Yo como que recuerdo que en ellos había fragmentos de Don Quijote, poemas enteros de Reyes, de Ibarbourou, de Mistral, de nuestros Contemporáneos, posiblemente de Lorca y de Alberti, pero no recuerdo a uno sólo de mis profesores leyéndome un poema. Supongo que ellos no tenían el hábito de leerlos y no entendían como para qué. A veces uno se pregunta cómo es que uno termina por estudiar letras luego de pasar tantos años sin entender mucho de ellas, ¿no te pasa? Para regresar a tu pregunta, yo no entendía nada pero tal vez de manera intuitiva sentía su importancia, oía los sonidos de las palabras, y quedaba muy a gusto con ellos. Todo esto es una especulación. Así que hay que tomarla como eso. ¿Cuándo empecé a escribir? En la secundaria. En esa edad es cuando la poesía nos visita a todos, creo. No sé si fue una revelación pero sí recuerdo el impulso. La sensación me gustó tanto que todavía perdura.

¿Qué ventajas crees que tiene un poeta profesor de poesía sobre otro poeta que no lo es?

Miguel Hernández nunca fue a la escuela y es un gran poeta. Según Auden los poetas tienen que dedicarse a cualquier labor que no involucre el uso del idioma como herramienta principal, es decir, un poeta no debería de ser traductor, ni crítico, ni maestro de literatura, ni académico. Una sociedad así parece interesante. Imagínate la premisa: el poeta puede dedicarse a cualquier cosa. Quizá esto evita la monotonía. Pero con nosotros, ¿qué opciones de trabajo nos deja? Esa idea de Auden es una de las más ajenas en mi entorno (y por eso casi nunca la digo en voz alta). Muchos de mis amigos sí son poetas y además traductores, profesores, o escriben diccionarios, o llevan a cabo cualquier tipo de profesión que tiene que ver con el idioma. Para mí, si pudiera escoger, sería ejemplar que los poetas de ahora fueran como los del siglo XVI: militares, espías, empresarios exitosos de teatro, o como algunos del XX: diplomáticos, banqueros. ¿No serían más entretenidas las fiestas del FONCA?

En tu poema “Recuerdo” del libro Los días pasan y se llevan su lumbre al final están estos versos: “Y con el cuerpo, a veces reclinado/ a veces amodorrado, presentía/ un mundo muy terso y sin accidentes/ El mundo de mis diez años”. ¿Cómo presientes el mundo ahora?

Terrible. El mundo me parece una pesadilla ahora. Parece que no hay amor. No quiero decir que en mi vida personal no haya amor, existe abundantemente, quiero decir que noto que la gente anda muy enojada. Creo que hay muchos agravios por ahí, de distintos órdenes, que jamás han encontrado una salida y sin duda eso tensa la vida cotidiana. ¿Será que la poesía le debe a su público un lenguaje con el que se pueda decir la realidad que nos circunda? ¿Será que nos falta un lenguaje imaginativo para nombrar las causas y combatir el desconsuelo? Habría que escribir mucho sobre esto. Cuando oigo las noticias pienso ¿cómo fue que llegamos a este estado de cosas? y en mis horas tranquilas me digo “esto también pasará”, como se decían los poetas medievales que algo sabían de dificultades.

¿Qué buscas cuando escribes poesía? Si no buscas nada, ¿para qué escribes?

Todo empieza con un ritmo en mi cabeza. Un ritmo con palabras. Supongo que si el ritmo fuera abstracto yo hubiera sido músico pero no fue así y sí lo lamento un poco. Me hubiera gustado ponerlos a bailar. Lo que busco es escribir ese ritmo.

¿Has experimentado algún tipo de decepción con respecto a la poesía o a la creación poética? Si es así, ¿en qué sentido?
No creo. El oficio de poeta es muy humilde. Él me ha dado la satisfacción de practicarlo. Hay que estar agradecido.

Los días pasan y se llevan su lumbre además de ser el título de tu primer libro de poemas, es también un verso que, en mi lectura, lo más crucial en él es saber qué es esa “lumbre” ya que se presta para varias metáforas. ¿A qué te refieres con esa “lumbre”?

A la luz. Los días se llevan su luz y nos dejan a oscuras. Diario. Ese verso se me ocurrió un día que entré a un cementerio. Iba al sepelio de un familiar. Era ya tarde-caída y de pronto el verso apareció en mi cabeza como una certeza. Fue contundente. Así que lo escogí como título del libro. Puede ser que además de la luz, la lumbre del título conmemore la vida que ese día despedí. Eso.

Si es el caso, ¿qué consejo le das a tus alumnos que muestran una notable habilidad lírica?

Que escriban mucho y mal para luego tirarlo todo y empezar a escribir mejor.