No. 103 / Octubre 2017



Entrevista


Alberto Blanco:
Sismo, poetas y budismo
 


Ricardo Migueles


 
¿Cómo contribuye la poesía y la figura del poeta en una situación de shock como la que prevalece en México luego del sismo del 19 de septiembre 2017?

¿Cómo contribuyó la poesía y la figura del poeta en un momento tan convulso como el de la Revolución Mexicana? En otras palabras: ¿quién es el gran poeta de la Revolución? ¿Y el gran poema? En cierto sentido, podemos decir que no lo hay; o que había que esperar a Pellicer; o que la poesía, como siempre, se movía en otro sentido, en otro tiempo y con otras reglas. El gran poeta de tiempos de la Revolución es, creo yo, López Velarde. Y su poesía es de un tono íntimo que muy poco o nada tiene que ver directa y explícitamente con los sangrientos hechos de la Revolución, a pesar de haber estado tan cerca de Madero. Como bien dice Guillermo Sheridan: “la suya era otra forma de ser revolucionario.” Cosa muy distinta es la novela, la narrativa en general, y los demás géneros literarios. Pero la poesía es otra cosa. Radicalmente. Como lo he dicho en repetidas ocasiones, para mí la poesía es la otra forma de usar el lenguaje.

Ofrezco el ejemplo de lo que pasó en tiempos de la Revolución Mexicana, porque me parece que otro tanto se podría decir de este momento. Nos han tocado, como a todos los hombres (como le gustaba decir a Borges) “malos tiempos en que vivir”. O "malos tiempos para la lírica" como decía por su parte Bertolt Brecht. Sin embargo, siempre se puede decir lo contrario: nos tocaron buenos tiempos, tanto para vivir como para la lírica… porque si se trata de utilizar adjetivos, se puede pensar y decir y escribir lo que queramos. La vida tiene el sentido que nosotros queramos darle.

¿Cómo contribuye la poesía y la figura del poeta luego del sismo del diecinueve de septiembre de 2017? Ciertamente no con quejas. A menos que aceptemos la propuesta de Rimbaud: "si me quejo, es solo otro modo de cantar". Y si André Bretón afirmó que la literatura es uno de los caminos más tristes para llegar a cualquier lugar, yo, por mi parte, digo: la poesía es el camino más corto para llegar hasta aquí. Éste es nuestro único refugio: saber que no hay refugio. Nuestro mejor consuelo es estar absolutamente reconciliados con el hecho de saber que no hay consuelo. Porque el poeta no es alguien necesitado de consuelo, todo lo contrario; como lo aseguró Lautréamont: "un poeta es el que consuela a la humanidad". Y si un sismo nos hace sentir hasta la masmédula que nada es permanente, hagamos entonces de esta impermanencia nuestro tesoro.

En un programa de televisión grabado en 1982 conversas con William Merwin y con Octavio Paz quien señala la falacia moderna de creer que el progreso consiste en dominar a la naturaleza; ¿crees que el poeta trata, en cierta medida, de hacer lo mismo?

Vivimos en un hermoso planeta que es redondo, que tiene límites, y que –lo sabemos muy bien– no puede soportar una carga infinita de explotación. Pero nosotros, los seres humanos, el animal más peligroso de todos los que pululan en la Tierra, fingimos no saber nada al respecto. Esta inaceptable ignorancia parece dejarnos la conciencia más o menos tranquila y las manos libres para continuar con nuestra incesante labor de depredación, convencidos de que somos los amos y señores de la creación.

Los resultados de esta infame manera de ver y hacer las cosas están a la vista: miles y miles de especies animales y vegetales extintas o en peligro de extinción; una sobrepoblación humana que amenaza no solo a otras especies sino que se amenaza a sí misma con desaparecer por las hambrunas, guerras nucleares, falta de espacio habitable y de suelo para cultivar, de aire respirable y de agua potable; cambios drásticos de clima provocados por la superproducción industrial; ciudades contaminadas más allá de cualquier norma o proporción; bosques arrasados; mares y ríos rebosantes de basura; tierras, materiales y culturas agotados.

¿Quién, que tenga los ojos abiertos, puede darse el lujo a estas alturas de cruzarse de brazos frente a estos complejos problemas; frente a la degradación de las innumerables formas de vida que todavía distinguen con su insustituible presencia a nuestro planeta? ¿Quién, que piense por un solo instante en el futuro que les espera a nuestros hijos, a todos los seres humanos y a la asombrosa variedad de seres vivos que comparten con nosotros esta gigantesca nave llamada La Tierra, puede sentirse ajeno a estos terribles problemas? No, desde luego, los artistas. Ciertamente no los poetas. Como dice W. S. Merwin en la última estrofa de su poema "Una historia":

pero todo lo que salió del bosque
formaba parte de la historia
todo lo que murió en el camino
o tuvo un nombre pero resultaba
ya irreconocible incluso
lo que se desvaneció de la historia
finalmente día tras día
se estaba convirtiendo en la historia
de tal forma que cuando ya no haya
historia ésa será nuestra
historia y cuando ya no haya
bosque ése será nuestro bosque


En relación con la práctica budista de renuncia a los placeres sensuales, de los que la poesía y el arte son parte y son, también, una forma de intoxicación; ¿tu conocimiento en religiones orientales, en especial el budismo, te ha hecho cuestionar el valor de la labor poética?

Poetry makes nothing happen, decía W. H. Auden. Esta frase enigmática más que significar: "la poesía no hace pasar nada", significa: "la poesía hace que la nada suceda". Y esta nada es muy importante. Por eso, cuando en cierta ocasión, alguien le preguntó a Kodo Sawaki Roshi, maestro de zen: "¿qué caso tiene la meditación?" él tranquilamente contestó: "ninguno, la meditación es absolutamente inútil; solo que si no pones en práctica esto que es tan inútil, entonces tu vida sí que será absolutamente inútil."

Esta inutilidad de la poesía (y, en última instancia, lo mismo se podría decir también del arte en general, de la meditación, el juego, el erotismo y tantas otras actividades humanas gratuitas), esta capacidad que la poesía tiene para hacer que nada suceda, para que la nada suceda, y para que nunca se nos olvide que esa nada es muy importante, para recordarnos la nada que esencialmente somos, es una de las dimensiones más profundas, auténticas y entrañables de la poesía.

En el mismo programa de TV aludes al afán de la sociedad por la diversión (entretenimiento) hace treinta y seis años, fenómeno que a todas luces ha crecido exponencialmente. ¿Te parece que las actuales formas de comunicación producidas por internet, los smart-phones y los estilos de vida promovidos por el main stream fomentan o socavan el desarrollo y la apreciación de la poesía?

Las nuevas formas de comunicación agobian hoy en día a millones y millones de personas en todo el mundo. Esto es, en buena medida, lo que hace casi cuarenta años se entendía por el mundo 'postmoderno’, o ‘la condición posmoderna’. Y ser postmoderno implica (o acaso implicaba), entre otras cosas, rechazar el centro. Implicaba también rechazar "las grandes narrativas". Y queda claro que rechazar el centro y las grandes narrativas implica, por necesidad, aceptar y reconocer los márgenes.

La poesía sigue siendo un arte al margen del mercado, al margen de la industria del entretenimiento, al margen de la fama y del reconocimiento popular (salvo en contadísimas excepciones), que, aún después de las vanguardias y las transvanguardias, no renuncia a su capacidad revulsiva. Sea mediante el recurso del humor, la agresividad, la sorpresa o la belleza, la poesía sigue siendo subversiva. Se quiera o no, la poesía sigue siendo la otra forma de usar el lenguaje.

Todos los artistas contemporáneos que no se han entregado de lleno y alegremente al cinismo del consumo y a la noción de que las artes forman parte de "la industria del entretenimiento" cargan la misma cruz: la autocomplacencia, el éxito mediático y de mercado, no logran satisfacer un anhelo de realización. ¿De qué realización estoy hablando aquí? De aquella que tradicionalmente se entiende como ser dignos del llamado a realizar una obra determinada con arte y a cumplir con la inmensa responsabilidad de un don que nos ha sido concedido.