Entrevista a Jordi Marrugat


Por Andreu Navarra

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Jordi Marrugat (Sabadell, 1978) parece haber conseguido lo que parecía imposible: escribir crítica literaria sobre literatura catalana sin abandonar ni por un solo instante la vocación vanguardista de sus escritos. Autor de los libros Marià Manent i la traducció (2009), El Saltamartí de Joan Brossa: les mil cares del poeta (2009) y La revolució com a origen de l’escriptura de Carles Hac Mor i l’escriptura de Carles Hac Mor coma origen de la revolució (2009), la reciente aparición de Escriure la vida i la mort. Funció i sentit de l’alquímia poètica en el món actual, por el cual ha recibido el premio Sant Miquel d’Engolasters de ensayo, le confirman como al crítico literario catalán más destacado de los últimos años, merced a su alejamiento de las capillitas y cánones mejor establecidos.

No. 51 / Agosto 2012


 

Entrevista a Jordi Marrugat

 

Por Andreu Navarra

 
 
foto-entrevista-2.jpgJordi Marrugat (Sabadell, 1978) parece haber conseguido lo que parecía imposible: escribir crítica literaria sobre literatura catalana sin abandonar ni por un solo instante la vocación vanguardista de sus escritos. Autor de los libros Marià Manent i la traducció (2009), El Saltamartí de Joan Brossa: les mil cares del poeta (2009) y La revolució com a origen de l’escriptura de Carles Hac Mor i l’escriptura de Carles Hac Mor coma origen de la revolució (2009), la reciente aparición de Escriure la vida i la mort. Funció i sentit de l’alquímia poètica en el món actual, por el cual ha recibido el premio Sant Miquel d’Engolasters de ensayo, le confirman como al crítico literario catalán más destacado de los últimos años, merced a su alejamiento de las capillitas y cánones mejor establecidos.

Bienvenido a Periódico de Poesía y gracias por atender nuestras preguntas. En primer lugar, creo que debo preguntarte por tu vocación como crítico específicamente dedicado a la poesía catalana. ¿Cómo llegaste a descubrir esa dirección?

Ante todo, gracias al Periódico de Poesía por invitarme a hablar desde sus páginas. No es muy frecuente que haya un interés social por el crítico o el estudioso de la literatura. Cuando éste no es también poeta o novelista, se tiende a considerársele un ser menor, subordinado a los llamados creadores. Esta es probablemente una de las causas de que la vocación de los adolescentes y jóvenes que se sienten atraídos por la literatura tienda a orientarse más hacia los géneros considerados creativos que hacia la crítica o los estudios literarios. Mi vocación misma tardó en surgir. La pasión de mi adolescencia fue la lectura. Pero tenía una forma de leer ingenua, casi sin comprender lo que leía, que ahora me avergüenza. No obstante, fue este sentimiento entre la pasión, la confusión y la curiosidad, lo que me llevó a estudiar Filología Catalana en la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí me descubrieron lo que realmente era leer y extraer conocimiento de mis lecturas. Fue el inicio de la dirección que he seguido. Cuando veía algunos de mis profesores —Jordi Castellanos, Jaume Aulet, Josep M. Balaguer o Maria Campillo, entre otros— leer de una forma tan profunda poemas y narraciones, me decía: “yo quiero leer así”. Y es lo que intento día a día: comprender la vida, el mundo, el ser humano, a mí mismo a través de la lectura. Y, por supuesto, a través de la escritura sobre mis lecturas. Que la mayor parte de éstas sea de poesía catalana me parece natural teniendo como lengua materna la que ha producido algunos de los poetas occidentales más destacables del siglo XX: Joan Maragall, Josep Carner, Carles Riba, J. V. Foix, Joan Salvat-Papasseit, Bartomeu Rosselló-Pòrcel, Joan Vinyoli, Salvador Espriu, Joan Brossa, Gabriel Ferrater... Hay que pensar que estos y otros poetas catalanes son el equivalente literario de los Joan Miró, Salvador Dalí —que también escribió poesía en catalán— o Antoni Tàpies, pero como la lengua es un lenguaje menos internacional que el arte, la obra de estos poetas no ha trascendido tanto en otros países. Pero si para un historiador del arte del país que sea, estudiar Miró, Dalí o Tàpies significa estudiar los mejores artistas del siglo, imagina lo que significa para un crítico literario estudiar a los poetas que te decía. ¡Es un auténtico lujo! Y, por supuesto, el estudio de estos poetas conlleva el interés por la poesía posterior y la voluntad de incidir en ella a través de la difusión del conocimiento de la tradición y a través de la crítica.

Háblanos de tu último libro. Yo opino que tiene algo de aquellas poéticas telúricas de los autores pioneros del Romanticismo europeo, pienso en P. Shelley, Novalis, Blake, Goethe… en definitiva, no se trata de un ensayo al uso, creo entrever en él cierta vocación ontológica.

En efecto. El Romanticismo estableció una forma totalmente nueva de entender la poesía que es la que se impuso —aunque siempre renovada y muchas veces cuestionada— en los siglos XIX y XX, los siglos que han dado una poesía más consciente de sí misma en toda la historia de la humanidad. Mi último libro asume esta forma de entender la poesía y, de hecho, todos los poemas que se comentan en él pertenecen a esos dos siglos —y también a lo que llevamos del XXI. Propone un recorrido por el mundo de la poesía articulado en función de una muy exitosa asociación entre poesía y alquimia que planteó Arthur Rimbaud en Une saison en enfer. En un fragmento en que el poeta francés hace crítica de su labor poética, afirma que esta le sirve para “anotar lo inexpresable”. La poesía se convierte así en una “alquimia del verbo”, es decir, en el arte lingüístico capaz de transformar un material bruto —por un lado, la vida, que no puede expresarse, y, por otro lado, la lengua, que no sirve para expresar la vida— en oro —la expresión de la vida en un lenguaje, la poesía, capaz de decir mucho más de lo que permite el uso común de la lengua y, además, haciéndolo perdurable e iluminador. Así, el libro se divide en cinco capítulos titulados respectivamente Vida, Amor, Muerte, Lenguajes y Poesía, a lo largo de los cuales se analiza cómo la poesía es un arte capaz de expresar las experiencias básicas de la existencia humana —'vida', 'amor' y 'muerte'— a través de unos 'lenguajes' simpre renovados de los que emerge el oro que es la 'poesía' —vida expresada, conocimiento iluminador.

¿Qué aprendiste de Brossa?

Hay una obra teatral de Brossa, El día del profeta, que se estructura como un proceso poético a través del cual unos electricistas aprenden a mirar. Al principio de la obra están a oscuras. Luego consiguen que se haga la luz. Pero no basta. Lo que es más importante es que, después de todos los sucesos poéticos de la obra, finalmente, afirman no sólo que ven, sino que ven claro. Entonces concluye la obra porque, cuando hemos aprendido a mirar, afirman, "los hechos tienen la palabra". Una de las principales funciones de la obra de Brossa es que nos enseña a mirar. Las múltiples formas en las que se realiza su poesía nos enseñan a mirar el mundo en toda su complejidad. A través de ellas aprendemos a mirar la sociedad, la historia, la lengua, la manera como esta condiciona nuestra identidad y nuestra relación con el mundo... O, lo que es todavía más valioso, incluso aprendemos a mirar cómo miramos el mundo.

¿Cuál es tu relación intelectual y laboral con Carles Hac Mor? ¿Cuál crees que es su papel en la cultura catalana actual?

Mi relación intelectual con Carles Hac Mor es muy curiosa. Aparentemente, yo debería ser el Anti-Hac-Mor y él, el Anti-Marrugat. Lo que hacemos no se parece en nada. Pero, claro, las apariencias siempre engañan. Su escritura es auténtica crítica. Parte del cuestionamiento de todo lo establecido, incluso de lo establecido en sus propias obras. Esto ha convertido su trayectoria literaria en una aventura apasionante sin final posible. No se puede frenarla o establecerla. No busca consolidarse. Seguirla comprensivamente significa liberarse de muchos prejuicios y darse cuenta de que muchas ideas que creemos naturales han sido construidas. Puedo afirmar que este aspecto de su obra no sólo me ha interesado estudiarlo, sino que me ha influido. Gracias a su lectura me he deshecho de muchos lastres que me impedían una concepción abierta, sin dogmas y auténticamente progresista de la realidad. Por eso me parece extraordinario que su papel en la cultura catalana actual sea cada vez más destacado. A pesar de que siempre habrá quien le niegue el gran valor que realmente tiene, su obra es admirada por muchos escritores, ya se ha publicado el primer volumen de sus obras completas mientras él continúa publicando obra nueva, acaba de ganar un importante premio de poesía... y afortunadamente muestra la vitalidad y la energía de un joven escritor... ¡a sus 72 años!

entrevista-marrugat.jpg¿Cómo ves la poesía catalana actual?

Como te decía, durante el siglo XX la poesía catalana tuvo un nivel extraordinario incuestionable. En la década de 1970 vivió un cambio inmenso, radical. Empezó a publicarse muchísimo más que nunca, las estéticas se dispersaron e individualizaron, desaparecieron la idea de un discurso hegemónico y las miradas consensuadas hacia el pasado... Era el paso de una cultura moderna a una de posmoderna. Desde entonces, en poesía catalana, se han hecho grandes cosas y grandes bazofias. El hecho de tener una tradición moderna tan potente ha permitido una poesía igualmente buena a lo largo de los últimos cuarenta años. Pero está inmersa en un panorama tan grande y desarticulado que debería ser estudiado a fondo para ver lo que realmente ha sucedido, hacer lecturas atentas y profundas de los poetas que lo merecen y situar bien de dónde venimos y dónde estamos exactamente. Obviamente, el panorama que acabo de describir deja claro que la poesía catalana actual es riquísima y se encuentra llena de salud —aunque la crisis económica ya empieza a afectar su cantidad desmesurada y espero que esto no acabe por mermar también su calidad. Pero tiende a prestar poca atención detallada a sí misma. Faltan miradas críticas serias, rigurosas, profundas y, sobre todo, constantes. Y en ello estamos —no solamente yo, también gente como J. Aulet, Víctor Martínez-Gil, Nuria Santamaria o Margalida Pons, que estudian a conciencia la literatura catalana más reciente. Mi libro sobre Carles Hac Mor intentaba ser un paso en esta dirección. Y, si me permites hacerme un poco de propaganda, acabo de terminar lo que podría ser mi segundo paso en esta dirección, un extenso libro que pretende dar una mirada general y comprensiva a estos últimos cuarenta años de poesía catalana. Ahora sólo me falta encontrar un editor valiente para poder compartir y someter a crítica pública los conocimientos que aporta sobre la poesía catalana actual.

¿Cuáles son los críticos que más te han influido?

Quiero pensar que son aquellos a los que admiro. Sin duda, los primeros, si hablamos de leer poesía, son los que me enseñaron directamente a hacerlo: J. M. Balaguer, J. Aulet y Pep Paré. Además, a los que adquirimos conocimientos de literatura catalana de forma sistemática, nos es muy difícil sustraernos a la influencia de miradas histórico-críticas tan potentes como las de Jordi Castellanos y Joaquim Molas. Por otro lado, la obra crítica de poetas como Marià Manent, Carles Riba, Paul Valéry, T. S. Eliot u Octavio Paz es, sin duda, un referente obligado de cualquier crítico de poesía. En mi caso particular estudié muy detalladamente para mi tesis doctoral la crítica literaria del primero, Manent, que fue un gran lector de poesía y crítica anglosajonas. A través suyo llegué a las magníficas obras críticas de John Livingston Lowes, F. R. Leavis, William Empson, H. W. Garrod, W. P. Ker, C. M. Bowra... Posteriormente también me entusiasmó la crítica de Roland Barthes.

¿Cuál es tu concepción de la crítica literaria?

Mi única preocupación cuando leo un texto es comprender. La crítica literaria debe ser una comprensión amplia y profunda de un texto —que es un lenguaje, una forma de vida, una idea del mundo, un mundo. Para lograr esa comprensión, el crítico debe poner a su alcance todos los recursos metodológicos y todos los conocimientos que le sea posible. Sólo así puede conseguir la maravilla de ser transformado por un texto e intentar que lo sean también los demás. Porque esa comprensión nos amplía el alma, nos hace más abiertos, sabios y conscientes. Nos enseña a ver más allá de los límites que teníamos antes de leer el texto. Pasa, a veces, que durante este proceso el crítico se da cuenta de que un autor literario concreto no está a la altura del esfuerzo que la lectura y la crítica requieren. Que es, en el mejor de los casos, un autor deficiente, alguien que no sabe lo que tiene entre manos. O, en el peor de los casos, que es un farsante, un pretencioso que, por egolatría, simula decir grandes cosas sabiendo —conscientemente o no— que no es capaz de ello. Ante este tipo de autores, el crítico también puede extraer conocimientos, sin duda. Pero más a menudo los aparta para siempre de su vida o incluso hace pública la evidencia de su torpeza o su deshonestidad. Muestra al mundo que el emperador va desnudo. Cuando hace esto último, puede equivocarse, claro está. Pero actúa honestamente y puede rectificar. Todo esto que debería ser sólo una mínima parte del trabajo del crítico, curiosamente es lo que la sociedad identifica con su figura.

¿Cuáles son tus ocupaciones laborales? ¿Estás vinculado a algún proyecto académico o actúas por tu cuenta?

He estado vinculado de varias formas a la investigación académica. Realicé mi tesis doctoral en la Universidad de Sheffield, Inglaterra. Cuando volví, me incorporé como personal investigador en el Grup d’Estudis de Literatura Catalana Contemporània de la Universidad Autónoma de Barcelona. Gracias a ello he podido llevar a cabo varias investigaciones sobre historia de la literatura. Pero hace ya unos cuatro años que, aún manteniendo vínculos con la universidad, actúo por mi cuenta e intento sobrevivir dedicado plenamente a la lectura, la investigación y la crítica —algo prácticamente imposible y que no sé durante cuánto tiempo podré permitirme. Es un tipo de trabajo que requiere dedicación y entrega absoluta.

¿Cómo ves la enseñanza de la literatura catalana en la universidad?

Para mí ha sido clave. La universidad es el único centro capaz de producir, promover y divulgar conocimientos literarios sólidos de gran envergadura. Difícilmente puede existir una buena crítica literaria sin la base de los conocimientos que produce la universidad. Pero en el contexto actual, tanto la investigación como la enseñanza de la literatura catalana en la universidad están en serio peligro. Políticos y burócratas están convirtiendo la universidad en un centro de formación profesional privado. Sólo se preocupan de potenciar la enseñanza de aquellas materias que tienen más demanda en función del mercado de trabajo. Han olvidado que la universidad es un servicio de conocimiento a la sociedad, no una empresa que debe ser rendible formando trabajadores para empresas rendibles. Y claro, ello pone en peligro todos los conocimientos que quedan fuera del sistema económico de producción. La literatura es uno de ellos.

¿Qué poeta vivo catalán destacarías como imprescindible?

Habiendo tanta cantidad y diversidad de poéticas, siendo imposible el consenso, en una cultura tan amplia como la catalana, todos los que participamos en ella deberíamos ser conscientes que somos necesarios a la vez que nadie es imprescindible. Pero a mí, particularmente, me dolería imaginar la poesía catalana actual sin Carles Hac Mor —por algo he dedicado un libro a su obra. Aunque tampoco me gustaría imaginarla sin Lluís Solà, Francesc Parcerisas, Joan Navarro, Víctor Sunyol...

¿Qué es para ti la Vanguardia? y no me refiero al periódico

Yo asocio el término de Vanguardia a las vanguardias del siglo XX. Para mí identifica los movimientos que, entre principios de ese siglo y los años 70 del mismo —especialmente las llamadas vanguardias históricas: futurismo, cubismo y vanguardia literaria francesa, dadá y surrealismo—, llevaron a cabo un cuestionamiento constante del arte moderno desde dentro del mismo. Y, por lo tanto, generaron formas artísticas radicalmente rompedoras, transgresoras, nuevas. Pero es cierto que estos movimientos originaron un uso del término Vanguardia que les ha sobrevivido y que puede aplicarse a aquellos artistas considerados pioneros de su época. Vicenç Altaió, por ejemplo, uno de los más insignes reivindicadores de este concepto desde los años 70 hasta la actualidad, lo aplica también a científicos, tecnólogos, políticos, etc. que están a la vanguardia del conocimiento, que aportan conocimientos pioneros en sus respectivos campos. Por eso muy a menudo también se identifica el término con la idea de experimentación innovadora —y, por lo tanto, a todo tipo de poesía experimental.

¿Puedes resumirnos, tras haber publicado ya cuatro libros, cuál es tu visión sobre el papel de la literatura en el mundo actual?

La literatura puede y debe desarrollar un papel inmenso, capital, central. Es fuente insustituible de conocimiento del ser humano. Nos abre la mente, enriquece nuestra alma, nos enseña quienes somos y permite que crezcamos como personas comprensivas, sabias y buenas. Forma mejores personas para una sociedad mejor.

¿Crees que hay esperanza para nosotros o, por el contrario, crees que deberíamos suicidarnos de una vez y dejar tranquilo al prójimo?

Me siento incapaz de intentar imponer un criterio moral sobre estados de ánimo y decisiones como estos, que dependen tan profundamente de la individualidad de cada uno. Personalmente, puedo decir que tengo esperanza, que debo tener esperanza. Y que deseo que el prójimo no me deje tranquilo. Por eso tengo este afán casi desesperado de comunicación con él a través de la palabra escrita.

Muchas gracias, Jordi, por habernos concedido tus palabras y felicidades por tu trabajo y tus éxitos recientes.

 

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