Mantarraya
Mario Alberto Bautista Hay que hablar del envés Empuño su aguijón, y en vilo alzándola, sin distender el brazo, me abandera su sombra… Roberto Rico Hay que hablar del envés. La mantarraya es de carne una moneda, ni el sí, ni el no, ni el ni de parte alguna: El punto medio, el signo del claroscuro, y así la mantarraya —o su sombra— desaparece en la luz y sombra —sí, sombra también— del mediodía; luego vendrán las conjeturas, el punzante aguijonear de las preguntas. Mantarraya Yo quiero tocar los ojos, el mundo oscurecido. Las podridas líneas de la vida. Rafael Courtoisie Cuál es mi nombre, las sílabas que una a una edifican mi saliva (Mantarraya: ojos abiertos, vocales en lo oscuro buceando en la profundidad de lo invisible). Yo busco mi nombre, la extraña grafía que contiene mi epitafio. Voy por lo oscuro, voy por lo oscuro, por la senda del nado bajo, del nado a pique, asciendo, bajo, busco: zig-zag, danza de ciegos yo y mi sombra. En el huerto marino la sal esparce su semilla. Todo es la quietud, el lecho sucio, el lodo escurridizo que me arropa, mi detritus residual, mi eterna cobija. (Estoy desnudo. Sigo desnudo: manto mi sombra de la sombra. No pasan los días que nadie nombra). Pero no voy a hablar más de los muertos. Qué son los días: olvidada respuesta a una pregunta de fugitivo demonio con tridente. El claroscuro reviste el lecho marino con pesados ropajes de sal y la noche comienza su larga canción. Qué soy. De dónde proviene mi equilibrio si es que tengo a punto fijo referencia. Qué soy. que venenos me recorren y me avivan. En los claroscuros del ama la herida Raúl Vázquez Espinosa Nota Durante una estancia, más o menos corta, en Benemérito de las Américas, Chiapas, tuve contacto con la realidad violenta que se vive en ese lugar. Narcotráfico, homicidios, prostitución, zozobra, son moneda corriente en esa zona fronteriza. Bastaron unos cuantos días para conocer y sentir el ambiente de Benemérito. De esa experiencia nade En los claustros del alma herida, texto que no tiene vocación de denuncia, sino que sólo pretende recrear la inquietud que me causó aquel espacio en el que toda racionalidad parece inverosímil. Se vidrió la esquirla mortecina en su trayecto de estructura troquelada. Un cilanco ferino (próximo a la desaparición) se ha vuelto crimen. (¡—Quién supone gritos en el aire sombroso!) Lumínico temor. Personajes que no se cuentan, no se observan, esos, intactos asesinos que cohabitan con la asfixia.
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En el herbáceo azulejo de la plaza el venablo se
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sombra mozárabe a mi padre
claridad |
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