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No. 101 / Julio-Agosto 2017


Hermann Bellinghausen
(Ciudad de México, 1953)


Música de las escobas

1.
Recobrar el juicio. ¿Qué es eso?
Volver al sentido de los sentidos.
¿Vuelta en U,
así, tan fácil?

Quien pierde el juicio no pierde
gran cosa.

Perdido el juicio se pierde el prejuicio
ganancioso conjunto
basten los signos en muros que se desgarran
como medias de prostituta ocupada.
Basten el fin de la estática
y el advenimiento amarillo y cadencioso de la mañana
con una escoba barriendo con ritmo y soltura
los patios de atrás y adelante, azoteas, balaustradas,
cocheras, banquetas, zaguanes.

Dejémonos arrullar por la insensata música de las escobas
sin sueños que lamentar.
Lo irrecuperable, como su nombre lo indica...

2.
pero si puedes bailar el ritmo breve de su cintura
dale pacá y para allá
la melenuda rumba, el desinhibido candombe
y el surf suavecito de la escoba
que lleva en su tromba las eras juiciosas
y las edades sin apellido.

La escoba baila y vale
y barre qué tal.
La polvareda cae y la escoba dale
y dale
y dale.



O rómpeme

Todos los colores son buenos
Incluso los feos
Los colores rotos
Los colores viejos

Tan bien que hierven
los colores vivos
los brillantes
los fluorescentes

los opacos
los colores firmes
los que resisten fuego

*

Los de la muerte
no son colores
Esos campos secos
o podridos
Edificios apestados
Cementerios escondidos
No merecen el nombre
de los azules
el verdor del mundo
el púrpura encendido

Y menos lo merece
el más peligroso
el falso color del veneno

*

Sigue los colores fuertes
los colores densos
Encuéntralos todo lo lejos
que te quepa en el cuerpo



Las bolas del alba

Las bolas del alba
con sus helicópteros
y sus fardos largos
de multitud y calcio

hueso, músculo y cansancio

Las correcciones que hacen
a la ortografía
de la palabra "temprano"

La ciudad despierta
con puntualidad terrible
en nuestras propias manos
Nos hace lo que quiere

y así no se puede

Le marcamos un alto
pero en su demasiado peso
nada la detiene
y nos atropella o choca
o descarrila todos hechos bola

La ciudad acomoda
los rastros de sus hijos
sus nietos y bisnietos
en los baldíos del desdén

Nos promete cielo y relajo
y a medio baile
nos deja plantados
con el agua al cuello

Nadie quita lo bailado
nos consolamos
viva o muera
viva ella
qué nos queda



Portento

Salta del surco la danza en tierra
Salpica tezontle y cascarones rotos
caídos del árbol de plumas blancas
que pone huevos y prolifera notas

En un descanso porciones de agua
irrigan la iluminación temprana
y la salud cabal de lo portento

Cansa la rumia de las bestias sueltas
y un cascabel le crece al aire
Danza del surco que rasga en verde