No. 101 / Julio-Agosto 2017


Lenguas originarias


Los murmullos de la lengua hñähñu:
Rosa Maqueda Vicente  



Kalu Tatyisavi

 

Me suelen llegar varios escritos o poemas en varias lenguas (no nos olvidemos que en la plurinacionalidad llamada México existen más de 60 lenguas originarias), queriendo constatar si lo que escriben son realmente poemas, sentimientos, razones, obras del espíritu santo o inspiraciones del alma. Tal vez desean que escriba maravillas sobre ellos/as, que certifique su genialidad o que les pronostique un camino de éxito. Esto es similar a publicarse uno mismo una foto en Facebook en pose de John Wayne (dixit Patxi Andión) o de la miss Lady Gaga. Da risa comprender que no comprendemos; lo primero que debería hacerse, entonces, es dudar, dudar de todo y preguntarse. La filosofía tiene razón en este sentido, al pasar del etimológico amor al conocimiento y ahora ser la crítica radical de la realidad.

Yo quería titular esta columna: el que se dice poeta no es poeta. Es decir, casi todos los que se asumen como tal no lo son. Casi siempre pongo la analogía del manantial (como sé que los lectores no son estúpidos, no explicaré por qué el símil).

Hablando de El murmullo, título de estos poemas que me envía Rosa Maqueda Vicente desde Tijuana, México; me recuerda el tema en boga: Juan Rulfo; si bien su genialidad es indiscutible, no fue suficiente o completa porque al final no comprendió el valor del silencio (basta ver su “disculpa” a la crítica que le hicieron los militares mexicanos cuando él dijo que en México no había dictaduras militares porque “los tienen quietos mediante la corrupción”).

Bueno, paso a Rosa Maqueda. He dicho que aquí solo intento desglosar y abrir rutas, esto debido a que no existe ni asomo de crítica, ni intento de ensayo literario (valga la redundancia) en lenguas originarias; continuaré por esta ruta, lo primero que se aprecia es que Rosa es fresca y tierna, esto se agradece, como también su margen (en escritura) y su intención. Se aprecia, además, su distinción entre la historia oficial, la imposición colonial, la repetición académica y burocrática del término otomí, por ello usa el resignificante y la autodenominación de hñähñu.

Rosa me envió varios poemas. Ahora más que nunca constato por qué los he denominado Tu’un yukun itu “Palabra del surco”, porque las palabras parten de la tierra, se reproducen y migran; regresan con la gravedad, a veces el aire es muy fuerte y las conduce no siempre a un lugar escampado, a veces el aire es leve y las deja abandonadas, quizá entonces interviene la suerte, no la cristiana predeterminada sino la naturaleza, lo social, lo tangible. Rosa adjunta un largo texto sobre su niñez y adolescencia —no muy diferente a la historia de cualquier miembro de las naciones originarias—; voy a retomarla entrecomillado tratando de unirla a los poemas. Entonces, intentaré una intratextualidad: ella hablará consigo misma.

Maqueda dice en “Taciturna”: “…escribo este poema tan mío./ Escribiéndote con el pensamiento/ allá donde no te encuentras.”  ¿Cuál es la diferencia entre una soledad cualquiera y estos versos? Por supuesto que cada quien escribe desde su espacio, pero hay un común denominador, el de la orfandad, el deseo, el de la volatilidad, el no aferrarse a nada. Quizá a todos sucede, la diferencia está en el modo de plasmar la frustración, en sublimarla, hacerla pública, y esto es pedir caridades al mundo que no puede otorgarlas. Esto lo refrenda ella cuando en un texto sobre sí misma añade:

“Transcurrieron los años (hace algún tiempo, me preguntaron, ¿qué edad tienes? Mi respuesta: la edad del mundo). Varias cosas acontecieron en mi vida que creo ser afortunada de estar aún aquí, en este mundo.”

En el poema “Palabras” dice: “… los cantos del viento traen consigo recuerdos, / recuerdos que entretejen imágenes […]” Solicitar luz y saludar con ella a través de buen díabuen solque te acompañe la claridad, son deseos que no cualquiera puede emitir con sinceridad. Casi toda respuesta a ¿cómo estás? Es automática: bien. Dejemos que ella se autodefina: “Esto es solo un atisbo de vida de una persona que por diferentes circunstancias de vida migró, y que la vida le ha permitido conocer un poco más allá de los horizontes que se vislumbran en su entorno.”
 
En el poema “Vínculos de vida”, reafirma: “Cierto, nací y crecí lejos del mar, soy ñähñu; mi raíz, mi valle, y mi espacio es también éste. El mar.” Se está donde se está porque no se puede estar en otro sitio, en todo sitio se migra y nosotros intentamos inútilmente también llevarnos ese pedazo de tierra, o que ese pedazo nos recoja. Casi todos los de las naciones originarias sufrimos esta tragedia, es cotidiana a pesar de los estudiosos que señalan que la Colonia ya no existe. Esta tragedia que no perciben los académicos ni los burócratas en sus pequeños espacios, esta tragedia de la que la mayoría de los políticos se ríen y desdeñan. Por eso dejo que ella hable: “Encontrarse en un espacio diferente, con otras filosofías de vida, música, el proceso de adaptación fue paulatino. Solía vestir con mi ropa tradicional, dejé de hacerlo. En ocasiones algunos compañeros mencionaban 'de qué cerro bajaste'. Solía ser callada, mi respuesta era el silencio.”

Ahora Rosa Maqueda ha plasmado su silencio, así la frustración se aleja momentáneamente; le deseo un camino distinto al de todos los llamados poetas en lenguas originarias, quienes optan por el espectáculo o mejor dicho, no comprenden la manipulación. Comprender la realidad y la manipulación requiere un gran esfuerzo, el uso de la razón, la reflexión permanente. No es nada fácil.

La escritura debe ser escritura, el poeta no debe ser poeta, es decir, debe optar por la real escritura; desde el momento en que alguien se asume como tal, no comprende la humildad y seguramente tampoco la fortaleza milenaria de su lengua.


Dí beni´i 

Ja ya xano  dega n´bothe  
dí ofo mâ noya. 
Dí ofo´i ko mâ zi mfeni  
hab´u̲  hindí gi  b´ u̲i.  
Mâ mfeni hindi pumfri 
xâhmä hingi ma dí ne 
te ma ra mfeni, 
dí ats´i pa ga ofo nunä ya noya 
ya hindi xiai´i te ma ra 
nunä mâ  mfeni. 

Taciturna 

Entre tazas de café, 
escribo este poema tan mío. 
Escribiéndote con el pensamiento 
allá donde no te encuentras. 
Mis recuerdos se aferran a una idea, 
que no quiero conocer, 
y quizá tampoco quieras comprender, 
desperté, para escribirte estas letras, 
aunque éstas no te digan nada.

 
Yä noya 

Denda nuua ra b´atha 
da hoka mâ mfeni 
yä nthuhu dega ndähi gi theni ndunthi yä feni
yä feni ko ndunthi yä k´oi 
yä nhe´í dega ñ´oy´i da ja ndunthi ya njohya 
ha mâ zi mäka jä´i. 

Palabras

Desde este valle 
entrelazo palabras, 
los cantos del viento traen consigo recuerdos,
recuerdos que entretejen imágenes,  
danzas de otoño que alimentan mi alma.
 

Ko ndunthi yä nthähi

Da m´u̲i yabu̲, rä dängi ndehe, da ena po̲de dä zo̲ho̲ ma ga handahi, hab´u̲ sta handi, dí ho ndunthi yä dänga ndehe, xi xä ts´ämähothó, nunä rä hai dí ofo mâ noya, ment´ä dí o̲de rä dängi ndehe, ga´tho nuni xa mähotho.Mäjuäni sta m´u̲i yabu̲, degä dängi ndehe, dra ñähñu, mâ ñu, mâ b´atha n´e mâ hai ge nunä rä hai. Rä dänga ndehe.

Vínculos de vida

Crecí lejos del mar, soñaba en conocerle, me hipnotizó, su barrunto es único. Lo siento entrañablemente cercano, es el espacio donde escribo, es tremendamente hermoso, el sonido de sus aguas, el vaivén de sus olas, todo en él, la vida que converge. Cierto, nací y crecí lejos del mar, soy ñähñu; mi raíz, mi valle, y mi espacio es también éste. El mar.