No. 101 / Julio-Agosto 2017
US Latino Poets



Benito del Pliego


Xanath Caraza
Copatrocinado por el Smithsonian Latino Virtual Museum

 

Benito del Pliego es poeta, académico, traductor y crítico literario. Ha vivido en Estados Unidos desde hace veinte años. Sus poemarios son Fábula/Fable, Dietario 2008-2010, Índice, Muesca, Merma, Fisiones, Alcance de la mano y Zodiaco. Dentro de su trabajo académico ha explorado el tema del exilio en múltiples publicaciones, poetas latinoamericanos en España y españoles exiliados en las Américas. Ha traducido a Antonio Gamoneda, José Viñals, Gertrude Stein, Lew Welch y el libro Las palabras son testigos de Isel Rivero. Parte de su poesía ha sido traducida al italiano y al inglés.

Del Pliego es recipiente de varios reconocimientos literarios, entre ellos el "Gabriel Celaya" International Poetry Award en 2004. Ha publicado en diferentes revistas literarias y periódicos en Europa, Latinoamérica y los Estados Unidos; ha sido incluido en las antologías The Spanish / Latino Issue de 2008 por la International Poetry Review, Poetry Voices Without Borders 2 y Malditos latinos. Malditos sudacas. Poesía Iberoamericana Made in USA. Actualmente enseña en el Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras del Appalachian State University.

El carácter lúdico que del Pliego crea en sus poemas es un meditar rítmico que el lector percibe. La poesía de Del Pliego es muchas veces escrita como un monólogo interno, donde la pluma cobra vida por sí misma. También registra de manera metódica las experiencias u observaciones diarias. Juega con las rimas como si jugara con bloques de ensamble didácticos, que saltan a la vista, que permiten desarrollar destreza en el lector al encontrarlas y seguirlas, a manera de ejercicio mental. Muchos de sus poemas sugieren conceptos, con palabras clave que quedan implantadas en la mente del lector creando la sensación de que es éste, el lector mismo, quien ha descubierto un mensaje secreto o una idea original, habiendo sido sugerida anteriormente por la voz poética. La lectura de su poesía es fluida y, como mencioné anteriormente, lúdica. En repetidas ocasiones encontramos palabras creadas por esta voz poética que se incrustan en los versos con cadenciosa sutileza.

Del Pliego escribe en español, en algunas ocasiones usa versos en inglés y vive la poesía que escribe y, en otras ocasiones, se escribe en su poesía. Es observador cuidadoso de los mundos que habita, y digo mundos, porque se desplaza entre fronteras lingüísticas y geográficas constantemente; eso se refleja en sus páginas, aunque haya optado por escribir la mayor parte del tiempo en español, como ya he mencionado. Sus versos fluyen pacíficamente y se combinan, algunas veces, con arte que complementa sus líneas. El comentario social también entra en su ventana poética como es el caso de su poema "SB1070" sobre la ley del mismo nombre en el estado de Arizona.

Para esta ocasión he seleccionado los poemas "Yellowstone: sobre piedra amarilla", "Wilmington, North Carolina", "Ida y vuelta (de Hillcrest Circle a Sanford Hall)", "De Boston a Providence", "SB1070", "El buitre", "El grillo", "La nieve", "La rana" y "Los zapatos".



Yellowstone: sobre piedra amarilla

1.
Solo si el abeto arde, la semilla que ascendió fructifica. El abeto goza de su destrucción, crece y cree en su cadáver.

No lo quieres saber, pero tus dedos lo escribieron en el aire infestado de mosquitos: tu vigor nace de tu muerte.

2.
Búfalo: piedra que rueda por las praderas y respira como el geiser; en su lomo pasta el pasto, se aparean en él los ríos y pelea como un monte contra el monte. Su testuz soporta el mundo; porque ni miente ni piensa, porque es más y rumia.

En su hostilidad honesta abre un ojo el musgo y la roca contempla su propio precipicio.

Búfalo, poeta, dador de vida.

3.
Surgida del coágulo de sangre que modeló la Vida, la humanidad es un indio, un precario vencedor. Su nota de despedida fue: "Cowboy, solo un aviso: nadie pastorea sus rebaños hacia el frío".


Wilmington, North Carolina

(Allison Lipscomb)


Han pasado la mañana en Wrightville, Wilmington, North Carolina.
Pasean por la playa y sienten bajo sus pies fragmentos de concha marina. De entre los mayores recogen alguno, los que tienen formas suaves, pulidas por el agua.

La conversación refleja el acto, pero solo en apariencia (el vínculo es sentido difícil de tender). Solo caen en la cuenta de la emoción hundida al descubrir que hablaban de fragmentos, de la orilla a la que arriban pequeñas piezas del pasado.


Ida y vuelta (de Hillcrest Circle a Sanford Hall)


Acurrucados bajo la cornisa fuman y charlan mirando el aire jaspeado por la lluvia.
Palomas que zurean en el cable para no verse en el vacío.

*

Como grillo que canta al fin del verano. Canta, pero ¿quién lo escucha?

*

Como se renueva lo perenne: de una en una.

*

La manzana que rueda en la cuneta. El pedazo de raíz que arrastra el agua.


De Boston a Providence


1.
Llegar a Boston. La extrañeza es viajar obligado por una fuerza que ayer te hacía soñar.

2.
Ciudad: fórmulas y movimiento. Gente, sus rasgos, sus cuerpos, su vestimenta, su actitud. Cada uno cargando su historia como nosotros cargamos nuestra historia. Vamos y venimos de ella y hacia ella. Tenemos un lugar, un destino hecho de obstinación y miedo.

Y aquí estamos, South Station, mirando hacia el panel que anuncia las salidas, alrededor de la duda, entorno al accidente, esperando que algo diga qué, esperando que algo diga dispersaos.

3.
Amable escritura, amable el movimiento sin destino, el péndulo, la pulsación que dice que estás vivo, que dice lo que oíste en otra voz, bajo otro brazo. Así, escribiendo escritura como la esgrima esgrime y hiere la herida.

Esto dice otra cosa, dice indecible, dice algo que no los abarca pero viaja entre ellos.

4.
El enigma en ellos, nuestro propio enigma y el mundo a que misteriosamente da lugar.

Ilegibles como piedra y árboles. Extraños a nuestra propia invocación.

Y todo así, al dictado de un atardecer, tirar de la madeja como quien teje una prenda que no sabe a quién va destinada.

5.
Su alegría, su belleza, su mirada irrefutable, el modo en el que tocan el borde del asiento al caminar por los vagones, el modo en que caminan, su dignidad de pasajero, su cansancio, los olores de sus ropas y su pelo.

La sorpresa de notarlo, la sorpresa de decirlo, la sorpresa de decirlo y de querer.


SB1070

Se van a radicar, se van, se radican en Arizona, pero no tienen zona que avizorar. Se erizan y sin raíz se trizan, no se van a retirar, se van a izar, se van a reiterar.

Los radicales los ridiculizan, los radicales los quieren erradicar, los quieren capitalizar; pero ellos van, pero ellos van por Arizona, hacia Arizona, entre Arizona, aunque no haya zona en la que aterrizar.


El buitre:

—«Para vivir aquí hay que saber a muerto.

No basta sentir su hedor; hay que desearlo y entrar en él; acariciar su piel hasta la llaga, del vientre beber, dejar correr la baba mientras devoras.

Para vivir aquí hay que asomarse al espejo y roerse la cara.»


El grillo:

—«Quien aplasta con su pie al insecto que entró por una grieta y le incomoda con su ruido, escuchará después, más claramente, el misterio de la oscuridad y el vasto vacío del campo.

Lo difícil de escuchar suele ser lo que con más frecuencia y desazón se escucha.


La nieve:

—«Todo lo que cerca, lo que envuelve, es espacio donde el mundo toma la obsesiva forma de una idea, espejo que cubre de azogue abismal su reflejo.
Esta página de luz es también oscuridad sin límite.»


La rana:

—«Quien vive a la orilla repite siempre el mismo canto. Un sonido basta cuando el eco hace a cada cual oírse.
No vale la pena ver mundo: cruza esta línea y viaja. Agua y tierra son frontera, frontera son madurez e infancia».


Los zapatos:

(César Vallejo)

—«Un hueco es un lugar y un zapato un hueco donde caben multitud de direcciones.
El camino que atestigües hoy lo desatestiguarás mañana. Y pese a todo, tu puntera será el hito que se oponga a tus talones.
La boca misma es un zapato que se calza el vacío.»