No. 66 / Febrero 2014



La vida que respira

 

Nicanor Vélez
Selección de Olvido García Valdés

(De La memoria del tacto,
Badajoz, Los libros del Oeste, 2002)

Nacimiento

Hurgo la esperanza
en la espesura de tus huellas.
Y cada vez que el desespero,
vestido de recluso, me visita,
tiendo mis dedos en tus ojos
para salir ileso
del temblor del abismo.

Nazco
en la humedad caliente de tus poros.

 

 

La muerte insinúa
el canto de los buitres.

Y en un rincón de casa
hay una huella
de grito entretejida
por una ansiosa araña:
Visitante.
A toda huella la precede un canto.

 

 

Instantes para Gruchenka, 4.

Alguna vez alguien decía hablando sobre Otelo: “Verdi pretende crear la atmósfera de la tempestad, y no imitar su estruendo”.
Fuerza, impulso, exaltación y suspensión de espíritu: contención del sufrimiento y la tristeza. Y como un eco a Malraux una voz constante nos repite: Quien interroga al dolor encontrará el misterio.

 

 

Viaje

Hálito que se reconcentra,
río que vuelve y nos devuelve;
nos deshacemos de las alas:
volamos hacia el interior
de nuestro abismo.

Recorremos la sangre,
unimos nuestras venas:
venas que son ríos
que son olas:
Instante que se cristaliza:
sueño que se desdobla en un espejo,
espejo en que se miran nuestros rostros.

Volvemos a nacer entre las nubes,
llovemos en los sueños,
y de los sueños brotan ramas,
y de las ramas brotan hojas,
y con las hojas brotan frutos:

Somos vegetal reconcentrado:
Madera que se purifica:
y que al fundirse se hace hoja
que se baña en tinta,
y con la tinta nos inventa.

 

 

(De La luz que parpadea,
México, Ediciones sin nombre, 2004)

La palabra

Voz que se desprende de la médula.
Dolor y peso en la palabra origen.
Me espera en una esquina.

No es el olvido el que crea este silencio.
La palabra está ahí,
con la violencia del recuerdo,
a punto de quebrar la esquina
y asombrarse.

 

 

Movimiento de la materia, iv

Divago. Caigo. Pierdo toda arista
donde pueda colgar mi mano incierta.
Busco la luz y el ritmo de mis grietas,
sin embargo
un vacío espinoso revienta las arterias
entre la sangre de un delirio.

 

 

El paisa de París

Desmenuzado sobre la multitud, dispuesto a no hacer “nada”. Ni lo empujan ni atropellan. Solo desmenuzado: en un instante volátil, frágil, pero sin riesgos. Difuso. Al encuentro de algo más amorfo. Ni el todo ni la nada. Ni un principio, ni su fin. Tampoco aquel estado medio que les hace fácil la vida a los idiotas.

 

 

Los impostores

Fueron mulatos lagartos en la fiesta de la turba. Nunca pudieron descomponer a los cerdos que se mueven en la masacre de la Danza. ¡Cómo enrojecen al ver el cortejo milenario de la Luciérnaga nocturna!

 

 

Desdoblamiento

La violencia que ejercen ciertos días. Colgado de un cocuyo me sostengo. Sin decir más, manejo mi violenta paciencia.

... tal vez caiga como un pájaro.

 

 

Sin pactos

Todo el frío cabe en el poro de un hombre que se sumerge. El pacto con el tiempo agoniza y se desliza como babosa tibia. Hay aires que calientan como muertos. La cabaña ha sido abandonada. El día puede tener la ausencia de los gritos.

 

 

(De La vida que respira,
Valencia, Pre-Textos, 2011)

El dolor

Es un tambor la vida,
algunas veces;
es un tambor indígena;
es un tambor que por la noche
en su tela desata
los gritos
de la tensión del tiempo
y sus caprichos
cuando el dolor despierta, bajo el ritmo
de la presión, la compresión
y la tensión de los días o segundos.
Eso es la vida,
algunas veces.

 

 

Umbral

Y tú que mueres,
dime qué sientes cuando
las miserias humanas
dejan de ser una ambición.

 

 

La eternidad

¿Qué estás diciendo?,
¿que el mundo
se desaloja de tu cuerpo?

Tengo la desazón
de no creer en la vida
como una permanencia.
Vacío que asumimos:
en ese hueco de la muerte
vertemos toda nuestra vida.

 

 

Titiribí
(23 de agosto de 2010)

I.

Fue allí en Titiribí,
pueblo que se desliza,
con su frondosidad y su rareza.
Allí naciste.
Origen que fue origen
de doce descendientes.

Madre y sombra,
como lo fueron tantas madres.
Voz silente, entre voces invisibles.
La entrega fue de aquellas sin redobles;
y la sabiduría
se desplegó en silencio, sin alardes...
Todo lo repartió
sin rótulos ni nombres.

 

II.

La noche en la que san Bartolomé
luchaba con el Diablo
y los cielos se abrían,
te fuiste sigilosa.
Algo se rompe, todo se diluye.
Cae
una inmensa sombra sobre el tiempo.
Cae
el silencio en un reposo eterno.
Y entonces caen la vida y sus cenizas
y el dolor se ahoga,
en su sonrisa y con su transparencia.
Alguien ha muerto
y es mi madre.

 

III.

Es la historia de todas las historias.
La muerte de mi hermano
o de tu hermana,
la muerte de mis padres o los tuyos:
es la muerte de todos los seres que murieron
y mueren cada día.
A pesar de todo
la abstracción de la muerte
tiene su cuerpo, sus cenizas
y su nombre propio:
Luis, María, Pepito, Raimon,
Ramiro, Ángel, Selene, Bernardo,
Pepa, Lucy...;
los  nuestros,
con los que fuimos y seguimos siendo.

 

IV.

Mi madre es un cristal y alguien lo rompe.
Del estruendo el cristal queda en silencio.
Todo vuelve al reposo.

 

V.

El vuelo de la mariposa
vuelve al sueño.
La lámpara se enciende.
El cuerpo se calcina.
Deja de oírse el aletazo.

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