No. 66 / Febrero 2014







 

El Periódico de Poesía de la UNAM  rinde homenaje a Nicanor Vélez, editor emblemático en la difusión de la poesía en español. Fue también poeta de temple y amigo entrañable. Los diferentes testimonios reunidos, y las fotografías que los acompañan, bordan una guirnalda espesa de reconocimiento y vida compartida que dio sus frutos en espléndidos volúmenes en la editorial Galaxia Gutemberg. Sin Nicanor Vélez la obra completa de Octavio Paz no tendría el rigor que tiene, y sin su aliciente las de Pablo Neruda, Federico García Lorca, Nicanor Parra, Antonio Gamoneda, Olvido García Valdés y Giovanny Quessep, entre otros, no circularía en las apasionadas y eruditas ediciones que él propugnó por hacer aparecer en español. Aunque no puedo decir que fui un amigo entrañable de Nicanor, el cariño que le tenía era grande. Lo conocí gracias a mi amiga Pilar Ferragut, y las veces que coincidí con él fueron siempre cálidas y sabias. Alguna vez seguimos la ronda de la conversación hasta su estudio en altas horas de la noche, y entonces me habló de su esposa y me leyó sus poemas, que luego encontraría publicados por José María Espinasa en sus Ediciones Sin Nombre. En los años en que viví en Barcelona, lo visité varias veces en una oficina extraña, más de  zapatero que de editor, que él  tenía allá por el hospital de la Vall d'Hebron, de donde siempre  salí con algún libro en que sumergirme durante días, para emerger a veces con alguna nota entusiasmada. En lo personal su muerte, como la del poeta Ángel Pámpano unos años antes, ha significado para mí un borrón en un fresco de vida tangible que quiero compartir. Como editor del Periódico de Poesía, el reconocimiento a una persona insustituible, ejemplo de saber hacer y saber dar con humildad, bonhomía y rigor.