No. 66 / Febrero 2014


Yo no viajo: resucito

Mística y Poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 


mistica-poesia-66-baja-grande.jpgJosé Watanabe ofreció una de las poéticas más luminosas en el mundo hispano de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Con un lenguaje muy preciso (mucha gente relaciona su escritura con el haiku), sus motivos y sus imagenes rebozan de fe en el mundo y el ser humano trascendentes. De padre japonés y madre peruana, Watanabe nació en Perú en 1946 y murió en el 2007 dejando un extenso legado de “espiritualidad poética”.

Su primer libro,Album de Familia, fue publicado en el año 1971; el segundo libro, El huso de la palabra, apareció en 1989 seguido por seis títulos más: Historia Natural, 1994; Cosas del cuerpo, 1999; El guardian del hielo (Antologia), 2000;Habitó entre nosotros, 2002; Elogio del Refrenamiento (Antologia), 2003; y La piedra alada, 2005; Banderas detrás de la niebla, 2006; Poesia Completa, 2008.

Habitó entre nosotros es un poemario sobre la vida y muerte de Jesús de Nazaret, el Verbo que se hizo carne.En el texto Razón de las parabolas, este Verbo se  humaniza aún más:


La Palabra
siendo como es, divina, se pronuncia
con lengua de hombres,
lengua efímera pero tocada
por una gracia: la parábola
aquella pequeña historia
que guarda una serena ansia: ser de todos.

Olvidé otra ansia de la parábola:
durar. Recordadas sean por siempre
todas
porque todas son una, La Palabra,
que por ahora soy yo.”

Angel Custodio Vega presentó la relación entre la poesía (palabra) y la mística (experiencia espiritual) como la “coalición” entre un tipo específico de fuente de inspiración y el deseo de experimentación con las posibilidades del lenguaje:

Sin duda que entre la poesía y el misticismo hay una relación muy íntima, como la hay entre el estro poético y la inspiración profética … Pero hay además un hecho comprobado, que los más altos estados místicos son los más propicios a la inspiración poética, y que generalmente los grandes experimentales suelen ser también los más grandes poetas.

Mucho se ha dicho también que el viaje de experimentación iniciado por el poeta es similar al del místico pues “la aspiración última es la búsqueda de esa noche oscura del alma a través de la cual, vaciada incluso la escritura de su contenido, una oquedad, una nada, un vacío, permitirían el nacimiento de algo más trascendental” (Dionisio Cañas). Cierto es que las regiones internas recorridas por ambos viajeros han dibujado con renovada frecuencia un mapa común, pero al igual que Lezama Lima, José Watanabe interiorizó estegran viaje al eternizar “lo fijo”: “Yo no viajo: resucito”.

 



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