No. 66/ Febrero 2014



Nicanor Vélez, crítico literario


Por José Manuel Blecua
 

 

“La nostalgia es vivir sin recordar
de qué palabra fuimos inventados

G. Quessep, Mientras cae el otoño



Nicanor Vélez, poeta, crítico y magnífico editor, cuidó, entre otras, las obras de Borges, de Paz, de Lorca, de Cortázar, de Valente, de Darío, de Blas de Otero y, además, nos legó una edición cuidadísima del interesante escritor colombiano Giovanni Quessep, Metamorfosis del jardín. Poesía reunida (1968-2006), con una bella sobrecubierta ilustrada por Vicente Rojo, libro publicado en Barcelona, en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, en el año 2007.  Esta edición está precedida de un estudio de N. Vélez titulado Del exilio al arraigo: la poesía de Gionvanni Quessep.

He leído este trabajo de nuestro recordado Nicanor varias veces y siempre me ha maravillado su capacidad para enfrentarse con un autor y con sus textos, nada fáciles, a los que supo iluminar con la luz del conocimiento y también con la paciencia, el cuidado y la sensibilidad que ponía en todos sus trabajos. El estudio, muy extenso, cincuenta páginas apretadas, es un modelo de aproximación a la obra literaria en una armónica combinación de erudición y de sensibilidad poética.

Este estudio se nos presenta dividido en tres apartados: la familia Quessep y el poeta, la consideración general sobre la literatura contemporánea americana y, en particular, la poesía colombiana; ambos desembocan en una tercera parte: un análisis profundo y original de los textos poéticos de Quessep. Cuando el curioso lector lee estos textos finales se da cuenta de que está inmerso en una exégesis compleja a la que el crítico le ha conducido habilísimamente para que todos los elementos diseminados a lo largo del estudio se estructuren en una lectura completa de los textos. Como sucede en la poesía barroca, una de las pasiones del escritor, los elementos poéticos se van esparciendo a lo largo del inicio del texto para ser recogidos al final en un proceso perfectamente conocido de dispersión y recolección.

Gracias a múltiples conversaciones y al intercambio de faxes, Nicanor Vélez reconstruye las aventuras de la familia Quessep desde que a fines del siglo XIX el abuelo Jacob, “viajero impenitente”, acompañado de su abuela Venut Chadid y de sus hijos, llegó a Cartagena procedente de Líbano, junto con un conjunto de libaneses y sirios, que viajaban con pasaporte turco. A partir de 1880, luego hubo otra emigración en 1954, empiezan a llegar a Colombia un grupo de árabes al que se va a conocer con el término “turcos”, tal como aparecen en las novelas de García Márquez y hoy en todos los léxicos del español de América. Estos emigrantes se dedicaron fundamentalmente al comercio en la costa atlántica y también al negocio del cine. El padre de Giovanni, José Enrique, obedeció a este modelo comercial y supone la presencia en este mundo mágico costeño del recuerdo de narraciones de cuentos e historias procedentes de sus orígenes familiares; estas narraciones se combinan en la formación del escritor con los conocimientos literarios de su madre, Paulina, “que sabía de memoria” poemas románticos y modernistas. De esta forma los elementos de la oralidad primaria de las narraciones de José Enrique se funden con los elementos románticos y modernistas procedentes de la oralidad secundaria, la que originariamente se encuentra en textos escritos. Esta fusión explica en gran parte determinados aspectos que son básicos en la interpretación de los textos del escritor colombiano; Quessep creció en el mundo del pueblo y de su casa, con el patio, el aljibe, los pájaros, los almendros, el jardín, las rosas..., elementos cotidianos presentes en su poesía y también con los recuerdos de la discriminación: “no se admiten turcos” y de la triste experiencia del exilio. Los primeros elementos cotidianos conviven con la tristeza del maltrato social, como ha escrito: “Ese fue mi pequeño paraíso en medio del purgatorio.”

La enseñanza primaria y secundaria va a ser  el camino de un tercer tipo de conocimientos literarios al ponerlo en contacto con los poetas del Siglo de Oro (Garcilaso, fray Luis de León, San Juan, Quevedo…) que se van a fundir sólidamente con sus lecturas infantiles: Las mil y una noches, Alicia, Grimm, Andersen, Perrault, Salgari, Verne  y con la lectura de un texto básico: el regalo de una Divina Comedia en prosa (después aparecerán Cien años de soledad, la Odisea o el Don Quijote). Nicanor Vélez ha observado: “La poesía de Quessep está provista de no pocos elementos de este mundo de la infancia y de la juventud, en donde lo contado por su padre, lo literario y lo real a veces se cruzan, otras se mezclan y, con frecuencia, se amalgaman entre sí. Si no tenemos en cuenta esto, nunca se entenderá el significado real que tienen en la poesía de Quessep elementos como el aljibe, los almendros, los cedros, el lapislázuli, los jardines, las rosas, la leyenda o la fantasía; pues de ninguna manera son elementos exóticos, como se ha dicho o insinuado más de una vez, ya que todo esto hace parte de sustancial de su vida”. En este cuadro de la formación de Quessep faltan todavía dos elementos fundamentales: sus estudios en la Universidad Javeriana, su postgrado de Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo y, sobre todo, los cursos de Jorge Guillén sobre la poesía del Siglo de Oro y de la generación de 1927 (Guillén será un modelo poético ideal en sus primeros libros) y, también, la experiencia enriquecedora de un posterior viaje a Italia que pone a nuestro escritor en relación con los cursos de Lectura Dantis, cursos que supusieron el descubrimiento de un sistema desconocido en la enseñanza en español de los textos literarios. La lectura minuciosa de la obra de Dante, canto por canto, supone el enfrentamiento del lector con la complejidad textual en todas sus dimensiones y de manera indudable crea una visión nueva en el proceso de la escritura.
Otro problema general planteado con extraordinaria claridad por Nicanor Vélez es el conocimiento y la difusión de las obras literarias en América; un crítico nunca puede olvidar la historia en la que se encuentra inmersa la obra que analiza. La claridad en este planteamiento es su virtud principal y también el reconocimiento de las enormes dificultades del conocimiento de las literaturas nacionales en un mundo editorial tan amplio y complejo como es el americano. En el caso de Quessep, salvo la publicación de su antología Libro del encantado el año 2000 por el Fondo de Cultura Económica, iniciativa del curioso erudito que es el mexicano Adolfo Castañón, no existe ninguna difusión. Posteriormente, Vélez resume las líneas generales de la poesía colombiana a partir de la obra fundamental de José Asunción Silva, agrupadas por las grandes revistas, y sitúa de manera certera a la generación de Quessep “que es la que realmente vive —en palabras de Nicanor Vélez— una transformación profunda con relación a las consideraciones de la forma”.

El trabajo de análisis de la poesía de Quessep, tercera y esencial parte, de la labor de nuestro crítico intenta cubrir dos aspectos, que en el fondo son complementarios, en primer lugar se va enfrentar duramente con la incapacidad de la crítica a la hora de analizar la poesía del poeta colombiano, sus errores básicos al enfrentarse con unos textos ambiguos y engañosos para el lector superficial y va a recoger todos los elementos analizados, sobre todo en la parte biográfica, en un análisis profundo de la construcción poética de Quessep que aparece en el análisis de sus principales obras. Se recogen las interpretaciones de los elementos poéticos, la pluralidad de fuentes, los elementos culturales, las fuentes árabes y mozárabes, la leyenda y la historia, la memoria, lo permanente, el exilio, la discriminación, el mar, la búsqueda de los arquetipos, junto con análisis monográficos de elementos como el jardín o los pájaros. La polisemia de los elementos, la vuelta sobre los grandes temas (la búsqueda de la belleza), las relaciones entre lenguaje y realidad serán los grandes ejes sobre los que giran las penetrantes observaciones de nuestro crítico en un estudio completo y profundo en el que se demuestran las enormes capacidades de Nicanor Vélez como editor extraordinariamente cuidadoso capaz de integrar los conocimientos históricos y el análisis de la lengua poética en una armonía ejemplar. Espero y deseo que el recuerdo de Nicanor nos lleve a tener siempre presentes su trabajo y su excelente concepto de la amistad.