Tarsila do Amaral - Oswaldo de Andrade


El jardín marino


Por Enrique Juncosa

Tarsila do Amaral (1886-1973) y Oswaldo de Andrade (1890-1954) son dos figuras legendarias de las vanguardias brasileñas. La pintora y el escritor no solo revolucionaron sus respectivas disciplinas artísticas sino que, en los años veinte del siglo pasado, sentaron las bases para modernizar toda la cultura de su país. El también poeta Mário de Andrade, que no era pariente de Oswaldo, les llamó Tarsiwald, por su sintonía vital y artística. Los tres estuvieron involucrados en la organización de la pionera Semana de Arte Moderno de Sao Paulo, en 1922, junto a la pintora Anita Malfatti y algunos otros. Al poco tiempo, en enero de 1923, Tarsila y Oswaldo están viviendo juntos en Paris. Toda la comunidad artística brasileña residente en la capital francesa pasará por su casa, al igual que algunos intelectuales locales, como Blaise Cendrars, que fue su amigo. Cendrars les presentará a Brancusi, Cocteau y Léger. Este último, que sería uno de los maestros de Tarsila, fue decisivo en la formación de su lenguaje. Como Léger, la pintora abandonará pronto el cubismo en búsqueda de una esencialidad propia, pintando paisajes tropicales poblados de referencias a la cultura afrobrasileña. Al igual que en la obra literaria de Oswaldo Andrade, esto era parte de una agenda compartida, modernizadora y nacionalista. No se trataba de una mera búsqueda de exotismo sino de un compromiso serio con la realidad del Brasil. Los temas autóctonos, que llegarían a convertirse en la forma emblemática de la expresión nacional, habían sido rechazados hasta entonces por la elite social y cultural.

No. 66 / Febrero 2014


 

Tarsila do Amaral - Oswaldo de Andrade


El jardín marino
Por Enrique Juncosa

 

Tarsila do Amaral (1886-1973) y Oswaldo de Andrade (1890-1954) son dos figuras legendarias de las vanguardias brasileñas. La pintora y el escritor no solo revolucionaron sus respectivas disciplinas artísticas sino que, en los años veinte del siglo pasado, sentaron las bases para modernizar toda la cultura de su país. El también poeta Mário de Andrade, que no era pariente de Oswaldo, les llamó Tarsiwald, por su sintonía vital y artística. Los tres estuvieron involucrados en la organización de la pionera Semana de Arte Moderno de Sao Paulo, en 1922, junto a la pintora Anita Malfatti y algunos otros. Al poco tiempo, en enero de 1923, Tarsila y Oswaldo están viviendo juntos en Paris. Toda la comunidad artística brasileña residente en la capital francesa pasará por su casa, al igual que algunos intelectuales locales, como Blaise Cendrars, que fue su amigo. Cendrars les presentará a Brancusi, Cocteau y Léger. Este último, que sería uno de los maestros de Tarsila, fue decisivo en la formación de su lenguaje. Como Léger, la pintora abandonará pronto el cubismo en búsqueda de una esencialidad propia, pintando paisajes tropicales poblados de referencias a la cultura afrobrasileña. Al igual que en la obra literaria de Oswaldo Andrade, esto era parte de una agenda compartida, modernizadora y nacionalista. No se trataba de una mera búsqueda de exotismo sino de un compromiso serio con la realidad del Brasil. Los temas autóctonos, que llegarían a convertirse en la forma emblemática de la expresión nacional, habían sido rechazados hasta entonces por la elite social y cultural.

En 1924, nos encontraremos a la pareja de nuevo en Sao Paulo, aunque volverán todavía a París. Ese año, Oswaldo redactará un manifiesto poético, el Manifiesto Pau-Brasil, en donde adopta el pau, un árbol endémico del país, como emblema, y en donde defiende una estética primitivista. Tarsila había pintado antes A Negra (1923), una de sus obras más importantes, y que claramente pertenece a este contexto. Las dos visitas de Blaise Cendrars al Brasil, a quien acompañaran en recorridos por el interior, serán viajes importantes para el “redescubrimiento” de lo brasileño que vivieron entonces. Tarsila dibujará la flora y fauna característica, pero también los signos de la industrialización que estaba llegando al país, como grúas, estaciones de tren o señales de tráfico. El comercio, la industria, el urbanismo o el ocio se convertían así, por primera vez en temas artísticos. La poesía de Oswaldo, por otra parte, es una poesía despojada y sintética, en la que a veces utiliza fragmentos, en montajes de textos, de los primeros cronistas de aquel país. Son sus aspectos objetivos y elementales los que la relacionan con la pintura de colores planos y formas emblemáticas de Tarsila. A Oswaldo de Andrade también le interesan los símbolos tipográficos, que se relacionan a su vez con las banderas y señales de tráfico de la pintura de ella. En 1925, Tarsila realiza las ilustraciones para el libro de poemas de Oswaldo titulado Pau Brasil, al igual que el año anterior había ilustrado Hojas de ruta de Blaise Cendrars, ambos libros publicados en París.

Primero, Tarsila do Amaral, pintará arrabales, fiesta populares, mercados y edificios modernos, creando una seductora iconografía urbana que es una exploración de lo vernáculo, aspiración que comparte con Oswaldo como hemos dicho. Se casarán en 1926, pasando mucho tiempo en la estancia familiar, aunque el matrimonio durará poco, apenas cuatro años. En 1928, Tarsila pintará su obra más célebre, titulada por su marido, Abaporú, y que hoy pertenece a la colección Constantini en el MALBA de Buenos Aires. El titulo significa “hombre que come” en una de las lenguas indígenas de la cuenca amazónica, e inspiró eventualmente a la redacción del segundo manifiesto de Oswaldo, el Manifiesto Antropofágico (1928), en donde el canibalismo es tratado como una metáfora de la forma en que se recibía, consumía y transformaba la cultura europea en Brasil. En el manifiesto es también evidente la influencia del surrealismo.

A finales de los veinte, esa década prodigiosa de Tarsila, su pintura evolucionará hacia la abstracción, aunque sin llegar nunca a ella. Sus formas se simplifican en busca todavía de una mayor esencialidad. Sus paisajes, la naturaleza es ahora más importante que la ciudad, tendrán algo de bosques vivientes, con árboles y cactus de formas antropomórficas y estilizadas. Los colores son intensos y la atmosfera onírica.  De 1929 es Antropofagia, pintura inspirada en el segundo manifiesto de su marido. En esta obra, vemos a una pareja sentada y con las piernas entrelazadas. Sus pies son enormes, lo mismo que uno de los pechos de la mujer, y están delante de un fondo de plantas con formas fálicas, sugiriendo una idea primordial de la fertilidad.

Cuando tuvo lugar la primera exposición individual de Tarsila en Brasil (1929), Oswaldo escribió que nadie había representado como ella el lado salvaje de la cultura de su país. El mismo había empezado su primer manifiesto, “Los tugurios de azafrán y ocre en los verdes de la Favela, bajo el azul cabralino, son hechos estéticos”.



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