El rey y su pelele

Atanor. Notas sobre poesía
Por Francisco Segovia
 

atanor-66.jpgEL REY Y SU PELELE (Cuernavaca, 10/03/2006) ~ Hablando de la muerte de los emperadores romanos y de la ceremonia en que se los consagraba (la apoteosis), dice Carlo Ginzburg (Ojazos de madera) que esta consecratio se basaba “en una doble incineración: la del cuerpo del emperador y, algunos días más tarde, la de su imagen de cera. Gracias a este funusimaginarium, a estos ‘funerales de la imagen’, el emperador, que ya había depuesto sus despojos mortales, era escogido entre los dioses”.



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No. 66 / Febrero 2014


El rey y su pelele

Atanor. Notas sobre poesía
Por Francisco Segovia
 

atanor-66.jpgEL REY Y SU PELELE (Cuernavaca, 10/03/2006) ~ Hablando de la muerte de los emperadores romanos y de la ceremonia en que se los consagraba (la apoteosis), dice Carlo Ginzburg (Ojazos de madera) que esta consecratio se basaba “en una doble incineración: la del cuerpo del emperador y, algunos días más tarde, la de su imagen de cera. Gracias a este funusimaginarium, a estos ‘funerales de la imagen’, el emperador, que ya había depuesto sus despojos mortales, era escogido entre los dioses”.

Estas dos incineraciones recuerdan las dos muertes del vampiro: la del hombre por un lado (la que deja un cadáver en la tumba); la del símbolo por otro (la que deja un nombre en la lápida)... En esta analogía, la estaca de madera representa la apoteosis del vampiro y sirve para fijarle el alma a la tierra; es decir, para que el alma le vuelva al cuerpo y pueda al cabo morir como un hombre. Así, las dos muertes coinciden en un mismo despojo. La estaca, por así decir, ensarta y cose entre sí cuerpo y alma, con lo que suspende los poderes del vampiro... Del mismo modo, el emperador romano era honrado in absentia, pero estaba presente en su pelele... hasta que se cumplía su apoteosis...

Este ritual se celebraba a la muerte de los reyes en Inglaterra y Francia en la Edad Media. Muy a menudo, el pelele estaba presente en los banquetes con que se celebraban las exequias del rey; es decir: el rey estaba presente en los funerales del rey. Esto da un sentido nuevo a la frase “El rey ha muerto, viva el rey”, pues en este contexto no significa que el rey viejo ha muerto y que viva el nuevo rey, sino que el rey muerto vive todavía... Por más que el cuerpo real ya no sea más que un despojo, su dignidad sigue viviendo, vive la institución real y vive la invocación del rey. Por eso la segunda incineración puede verse como la incineración del símbolo... El rey sólo está de veras muerto cuando muere en él su dignidad, y sólo cuando ésta está vacante puede coronarse un nuevo rey...

El reinado del signo es este entrerreino en el que ya no hay rey, pero vive el rey; el reinado del monarca que se ve sin verse en Las meninas de Velásquez (o la presencia de la ausente Eurídice en los poemas de Orfeo)... El rey no puede ser en verdad legítimo más allá de estas dos fronteras: ni cuando el cuerpo no tiene dignidad, ni cuando la dignidad no tiene cuerpo. La vida breve del pelele, mientras aún tiene la dignidad de rey, es la vida del signo…

APOTEOSIS DEL PELELE (Cuernavaca, 10/03/2006) ~ Aun si la palabra proviniera del objeto al que designa, aun así nunca volvería a él... porque el objeto del que supuestamente proviene ha sido incinerado en la pira de la lengua... Cuando queremos atrapar al rey en la palabra que lo nombra, lo que nos queda entre las manos es su pelele: simulacro de rey, si se quiere, pero aun así símbolo de su dignidad y su sentido...

El pelele que asiste a los funerales del rey no es un remplazo del rey sino una imagen de aquello que se hace valer en él: su dignidad. En cierto sentido es símbolo de un signo, fan-tasma de un fantasma, significación duplicada, reiterada. Esto explica por qué el pelele me-dieval ni siquiera aspiraba a parecerse al rey, pues en él no se retrataba una persona sino una dignidad, que es también lo que ocurría en Egipto, donde las estatuas del faraón no aspiraban a parecerse a él; no lo retrataban a él sino a su dignidad (con excepción del extra-ordinario periodo de Akhenatón).

Las relaciones que establecen el rey y su pelele no son atestiguables: están haciendo el viaje en la barca de Caronte, atraviesan las aguas del Leteo. Entre el rey y su pelele se escucha el verso de Quevedo: “cruzar sabe mi llama l’agua fría”. Pero sobre el agua fría todo es oscu-ridad. Entre el ser y el significar se levantan las tinieblas de donde surge la lengua, de don-de brota la poesía...

ARTE Y ARTESANÍA : ANDREI RUBLIEV Y EL SECRETO (Cuernavaca, 25/05/2004) ~ El Renacimiento no sólo es el punto de ebullición donde comienzan a marcarse las diferencias entre la superstición y la ciencia (entre la química y la alquimia) sino también el punto en que comienzan a trazarse las fronteras entre el arte y la artesanía. La película de Tarkovski (An-dreiRubliev) muestra el eco de esta separación en las orillas más apartadas de la revolución renacentista, en Rusia, poniéndonos ante los ojos esa zona ambigua donde las crisis artísticas ocurren todavía en las almas de los artesanos, más que en el espíritu de los artistas. Pero hay que llegar al último episodio de la película (a la historia del campanero) para entender esto. Que sea un campanero joven e inexperto quien redime al pintor Rubliev de su silencio muestra que éste ve lo que comparte con aquél. Y lo que comparte es “el secreto”. El joven presume de conocer el secreto del bronce, que le ha heredado su padre en su lecho de muer-te. Miente, desde luego, pero acaba haciendo una campana perfecta. Rubliev sabe esto, o lo intuye. Mira al campanero dirigiendo a sus obreros, haciendo su campana; lo mira trabajar y correr el riesgo de fracasar rotundamente, de desperdiciar el trabajo de muchos hombres. Esto es algo más que simple alfarería, pues entraña el conocimiento de un secreto. Mirando al campanero, Rubliev comprende quizá que el secreto del oficio no es una mera fórmula metalúrgica, y que no puede de veras saberse, como se sabe algo de memoria; que el secreto es el don que se pone manos a la obra y que “es pecado desperdiciar el talento”, como le ha dicho antes un hermano monje.

El pintor rompe su silencio y su inactividad e invita al campanero a trabajar con él. Está claro que éste hará nuevas campanas, creyendo que no sabe de verdad el secreto del bronce y que su obra ha sido sólo un golpe de suerte. Pero ya Rubliev se lo ha dicho: “tú sabes el secreto”. Quizás hubiera sido mejor decir: “tú tienes el secreto, tú tienes el don”.

Saber sabiendo que se sabe algo que no se sabe; tener el secreto sin saber el secreto: sólo eso hace al artista poner manos a la obra.