Óscar de Pablo
Una ventana abierta para Mumia
Vivo frente a una plaza. Son las cinco y al cuarto
lo atraviesa de pronto el amarillo, la diagonal de luz
que los árboles filtran,
la pulcra trama por la que el polvo sube
decidiendo su rumbo,
dibujando.
Una ventana es eso:
la simple decisión de no arrojarse afuera,
cinco pisos abajo,
o de arrojarse, si uno así lo quisiese,
un estar simultáneo en una plaza
y en un cuarto alfombrado de desorden y humo.
El polvo sube igual, bailando, en una celda
que no tiene ventanas, pero en cambio no hay forma
de decidir cerrar
una ventana abierta y no ceder por ahora
al impulso de echarse cinco pisos abajo:
un condenado a muerte
no puede ni siquiera suicidarse,
no tiene una ventana que cerrar,
una ventana para seguir con vida.
Con mi pequeña voz, con mi pequeña firma,
con mi pequeña parte en la lucha de todos,
poeta sin ventana,
yo te mando la mía.
Periódico de poesía, núm. 12, nueva época,
septiembre de 2006, UNAM, México, p. 39.
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