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portada-adolescentes.jpgLos adolescentes
furtivos

(Edición bilingüe)
Toni Quero
Pere Gimferrer (prólogo)
Cap Bear Editor, 2010

Premio Internacional
de Literatura Antonio
Machado 2009

 
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No. 40 / Junio 2011

 

Madrugada

De madrugada
las calles se tornan feraces,
el vaho vivifica las raíces que brotan de las calzadas
y el violento carmín de los tacones de aguja
se protege de la lluvia
en los párpados ocres de centeno
que duermen en las fachadas.

En los portales,
late un murmullo de acero y cuerpos deseantes,
los maestros de esgrima se baten en duelo
y entre adoquines
flotan cadáveres de enamorados
que ensayan caligramas.

Es oscura la noche entonces.
Las chicas hispanas desenredan sus trenzas en las cabinas
y anotan versos de nueve cifras sin remite,
los canes enloquecen con su propio rastro
y apátridas del cielo descienden
a trocar sus penas en los billares.

A esas horas, la luz es un animal herido,
que danza, como las tribales formas se contemplan,
en el latón abandonado de las esquinas
y en los verticales rostros
que aguardan tras las ventanas
su propia resurrección.


Cuello


La perpendicular enhiesta que separa tu cuerpo y el mío tiene una pequeña falla corva, exactamente a cinco pies sobre el nivel del mar. En ese punto, descienden un número finito de vértebras hacia el vértice meridional. Remontando los peldaños, en las regiones boreales, la cerviz conserva su frescor primitivo y pervive en ella la estela olvidada de antiguos exploradores.


Si yo fuera Kurt Cobain

En mi veintiocho aniversario

 

Si yo fuera Kurt Cobain ya estaría muerto.
Un manto de flores amarillas ornaría mi tumba
y frágiles adolescentes, desnudos en una húmeda tarde de otoño,
entonarían mis versos con un estertor de ira en su mirada.

En esos días, en algún lugar ignoto, alguien alabaría mi obra,
un diario local celebraría la efeméride de un paso perdido
y una chiquilla, con la gélida belleza de aquel que lleva la muerte consigo,
tatuaría en su cuaderno dos nombres imposibles.
Esa noche, aquel que fue idolatrado y pasea aberrante su juventud impostada,
escribirá graves ofensas —incipiente y sobrevalorado—,
mientras un joven asiático hilvane ajeno un rostro de ceniza.

Si yo fuese él, nada diría.
El blanco encalaría un pequeño pueblo escarpado,
el azur irrumpiría en el sueño de un muchacho huidizo,
y al atardecer, frente al rumor del oleaje, todo habría acabado.


Albada

El temblor del alba,
pedazos de memoria interrumpida,
desamordazaba los cuerpos
entregados a la noche.

Abrir los ojos,
contemplar el vientre desnudo,
el animal dormido entre las sombras
amaraba el tiempo en la retina.

El viento bate las ventanas.
Finas láminas de celuloide
se desgajan de su cuerpo
parpadeando sin fin entre las sábanas.

No retornarme nunca.
La brisa ondea el vello
y el húmedo cauce de sus labios.

Una centella anuncia el día.
La siega afeita campos y pestañas.


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