No. 40 / Junio 2011 |
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El presente
En la nevera siempre hay té frío
con hojas de léxico en desuso. Ha llegado el bello otoño, muy pronto la nieve cubrirá los quitamiedos, en diciembre alquilaremos buzones, ordenaremos todos los regalos. Es bueno veros partir… Una niña bosteza y luego otra. Le doy a cada una la historia que coincide con su aspecto. A mediodía salgo a pedir romero a las gitanas, sacudo manteles, prendo las chimeneas mientras los organizadores se preguntan si pueden permitirse tanta danza. Que algún nervio simpático me haga la señal cuando deba reír, que alguien tome por mí las decisiones que afectan al olfato. Os pido un minuto de vergüenza. El tema es libre. Bodegón con espinas Sabes soportar la presión como el pulmón de un pez, eso lo has aprendido, ¿qué más? Tal vez un retroceso, algo menos que arena suficiente. Y todavía famélico devoras la fruta permitida: si domesticar es parecerse el amor se reduce a sol oscureciendo la piel de las bañistas que miras con el ojo alineado varios grados al Este del lugar adonde irías si pudieras elegir. Senhor do Bonfim Imagina que la distancia mitifica con una fuerza igual al empuje necesario para salvarla, de modo que al llegar al oasis, los mitos, sin nada a lo que atarse, serpentean entre vulgaridad que el ojo torpemente toca con su varita de mala traducción. Imagina que fuera del taxi, frente a los colosales almacenes de Iguatemí, mujeres a medio hacer saludan lanzando extrañas bendiciones y lembranças do Senhor do Bonfim. Música de ningún sitio, de verano atenuado por tambores que incorporan otro signos del verano. Imagina que el enigma se reduce a un gorjeo de animales de astucia: camaleones, lagartos, ángeles de alas de bambú. Bajo nubes iguales, una movilidad de ojos y motores y planchas de lata y figuras adheridas a su sombra: seres dobles avanzando acompasados hacia alguna parte. Y arden hogueras cerca, vuelven niños de fibra corriendo a los barrios mientras las bienales catapultan a autores extranjeros, ídolos aún jóvenes para resultar hostiles mediante la ideología pero dotados de novedosos virus que ya han empezado a aclimatarse. Encuentros, gente que se escabulle en nombres como si tendiera trampas. Aquí los muertos duermen en los tejados porque así lo creen los vivos y porque el clima lo permite. Pero lejos de casa los hechos suceden en la medida en que pueden ser nombrados ante desconocidos, de modo que toda posibilidad es inexacta. De noche, cuando el vacío sobre las rocas sugiera cuerpos, querrás estos solares en tu vida porque no significan, porque puedes volver obligando la frente en sudor, reaccionar en círculos mientras en el centro del mundo partículas de bencina y plomo espesan el caldo de los que permanecen esperando noticias, costean la buena calidad de los recuerdos, descosen iniciales, sopesan cartas, cifras. Oye tu voz ajena al prestigio de las cosas calladas. Mira tus brazos sanos como el corazón de un loco. Imagina que futuro y pasado se han convocado aquí para identificarte. Del anonimato I. Misa de ocho en provincias, los feligreses ordenadamente cooperan. El sol da en las lunas de los escaparates y un palmípedo paraguas curva el viento que inclina las palmeras hacia el Sur. El alumbrado: mi sombra natural, mi sombra eléctrica. Es la hora buena. En una reunión de pocas personas tarareo la fiebre como una enfermera de Bergman: tranquilícese, el vértigo es normal… Un flash. Un tejido que ondea. Jardineras con prímulas. Ahora las estudiantes me miran con buenos ojos para ser dibujados por un aprendiz de tragasables… ¿Son los mentideros del alma inteligencia? He hablado mucho y mal, aunque traigo la tos memorizada, las manos frías, el corazón contento y babas de madera de tabaco por todas partes. II. Observo al público cambiar el aire de lugar con un aplauso. Soy entre ellos un embrión de gusano estético, un niño a punto de levantar un objeto demasiado grande o de entrar en sus vidas como un aerolito y cantarles sus hazañas dentro. Vuestro podio es confortable pero no necesito saber con precisión dónde termina el poema y empieza la manzana sino volver a casa y encontrar un mensaje en la cocina: Llegué ayer de tu Sur, ¿en qué andas? |
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