No. 40 / Junio 2011 |
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Litoral Un buen ejemplo de lo que quiero alcanzar como escritora es el poema “Una mascota”. Está en un libro de tapas negras. Suena el teléfono. Pregunto:"holá?". Mientras tanto, el protagonista acaricia a una perra callejera. Se despertaron tarde, su novia lo desafía: ya que la hiciste dormir dime lo que está soñando. Te escucho tiritar del otro lado: "estoy volviendo". El sol de las doce despinta los contornos de las “c” y las “b”. Escribo acerca de un hombre que podría ser otro, pero no lo es. Mi perro suspira. Leves partículas suben hasta mi nariz. Más allá de sus cavilaciones, si es que un fox terrier cavila, ni la ventaja de conseguir el poema perfecto podría empañar la satisfacción de saber que estás volviendo. Actores Entre tu velador y mi lado de la cama, pusiste un almohadón. Supongo que el haberme arrancado de todo te remueve la conciencia. Tu primera audiencia es a las ocho: un grupo de actores que piden viáticos. Se te cierra la garganta pensando en lo que podría pedirte. Un mayo con problemas Una hilera de autos con banderines arrastró el poco silencio que quedaba. A veces, la procesión va por dentro en un aspecto puramente retórico. Volvimos a la cama. Nuestros pies colisionaron debajo del acolchado. Al contrario de la excitación pública, la felicidad llega inesperadamente, por eso tarda más en irse. |
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