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portada-el-libro-delos-celos.jpg El libro de los celos
Cecilia Romana
Ediciones En Danza
Buenos Aires, 2010.

Por Elba Serafini

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No. 40 / Junio 2011

 
 
En ocasiones un evento literario, o lo que deriva de escribir un libro -mostrarlo, por ejemplo-, puede llevar a un encuentro azaroso y, sin saber, coincidimos con un autor al que admirábamos secretamente desde la adolescencia.

Después confirmamos que era a él a quien estábamos buscando.

Y al poco tiempo, nos mudamos de ciudad, lo dejamos todo, construimos un hogar, seguimos el impulso de la vida misma. 

El libro de los celos narra ese encuentro; el de dos escritores que a partir de una tarde, un puesto, unos libros, se entrecruzan para luego transcurrir lo cotidiano en una provincia Argentina.

Cecilia Romana, poeta joven y premiada, publicó su primer libro en 2004: Flota, hangares y otros trabajos mecánicos (Ediciones del copista 2004).  Luego, Aviso de obra (Conaculta, México 2008), con el que obtuvo el premio de poesía Iberoamericana Sor Juana Inés de la Cruz en 2006; ese mismo año obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines por No lo conozcas (Conaculta, México 2007). El libro de los celos ganó el Segundo Premio en el Concurso Nacional de Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2008 de Argentina.

Las referencias a la literatura en El libro de los celos son variadas y están presentes en casi todos los poemas; diría que están en ‘casa’ y son parte de estas vidas “…De casa al trabajo y del trabajo a casa, dijo/ antes de mudarse. Tal vez no sepa mentir. Pone el Fitzgerald/ al lado de Flaubert. Nada de esto tiene un sentido estético/ y sin embargo, a punto de repetir su frase de cabecera,/ él es tan o más atractivo que cualquiera de sus libros.”

En esta construcción empecinada la autora marca la trascendencia: “Nos esperan acontecimientos prodigiosos./ No seríamos capaces de conjugar erróneamente/ el futuro perfecto que nos espera.” El futuro perfecto tiene un presente de aprendizaje, de cotidianeidad en los puños de las camisas y en las llamadas telefónicas.

El título de la primera parte Una casa para dos escritores, es tal vez una referencia a otro libro, otra pareja: la pareja de Raymond Chandler; aunque en este caso Hank y Marion deben luchar con otra cotidianeidad, el alcohol y la incapacidad de escritura; no así con la falta del amor, que los redime y exalta.

En Missouri se despliegan la belleza y transparencia de los versos. La contemplación puede ser como un cuadro, un tiempo quieto de respiración ligera: “Nos quedamos en silencio ¿Qué más podemos hacer?/ Todo crece a nuestro alrededor./ Todo tiende a dejarse llevar. Incluso nosotros.”

Llevados por el deseo y por la historia que precede a cada uno, la autora, desde una poesía casi confesional, busca esa individualidad que abandona, pero que aún está a tiempo de reencontrar en un cuarto vacío; soledad que no extrañará en el futuro ideal: “trataba de buscar algo/ que me recordara cuál era mi nombre antes de conocerte.”

¿Qué es lo que alguno de nosotros sabe del amor? Se pregunta Mel en De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver. “Creo que en el amor no somos más que principiantes. Decimos que nos amamos y nos amamos, no lo dudo. Ya sabéis a qué tipo de amor me refiero ahora. Al amor físico, ese impulso que te arrastra hacia alguien concreto, y al amor que inspira el ser de la otra persona. La esencia de esa persona, podríamos decir. El amor carnal y, bueno, digamos el amor sentimental, ese cuidado cotidiano para con la otra persona.”

Extrañamente en el libro de Cecilia Romana no se pronuncia ni una sola vez la palabra amor, sin embargo, al leerlo sabemos que allí está, en los días que comparten.

¿Y los celos? La segunda parte, que da título al libro, deja vislumbrar esa coalición, ¿acaso los celos no surgen del amor?, o del temor a perderlo, o de una amenaza que pueda recaer sobre la completa felicidad. Como bien dice en su poema Bazar: “Te abrazo fuerte. Veinte años no es nada, el problema/ es el precio de las cebollas; la cañería del baño que hace ruido./ Cualquier estupidez que nos distraiga de lo que vinimos a hacer.”

Y nada va a entorpecer ese porvenir, ni siquiera sus diferencias. La obstinada historia se erige en una ciudad ocupada por flores de lapachos y una laguna. Los protagonistas están cada vez más cerca de la dicha.



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